En unas horas abrirán las urnas otra vez. Lucas, Biel y Oswaldo se reunían en privado para debatir qué coño hacer con su papeleta. Entre vinitos, cervezas y tapas intentaron arreglar un país que hace mucho tiempo que no hay por dónde cogerlo o agarrarlo, tal como puntualizó Owi.
Oswaldo, chileno afincado en el Maresme desde hace veinte años, dio su versión de las elecciones. Lo tiene clarísimo desde que era un crío.
Las elecciones de gobierno son la mayor patraña que ha fabricado un grupo muy reducido de la humanidad para hacernos creer que nuestra opinión tiene un peso importante en la sociedad. Escoger libremente a nuestros representantes para que luchen por nosotros es, según mi modesta opinión, una falacia más grande que la pirámide de Keops.
—¿No exageras un poco? —dijo Lucas mientras se metía un buen trago de cerveza.
—No considero que todos los políticos sean una mentira. —Comentó Biel, mientras mordía un trozo de chorizo.
—¿Te has dado cuenta de que, sin querer, te has pillado un trozo de chorizo? —Subrayó Owi con una sonrisa irónica en su semblante.
—Mira que podías haber pinchado queso manchego, una brava o el último boquerón que había en el plato.
—Biel, tu subconsciente te ha dado un aviso.
—Si pudiera, botaría de la faz de la Tierra a la mayoría de los políticos porque cada vez que se ha de votar, me entran ganas de potar. —Dijo Owi para finalizar su parlamento.
Dicen las malas lenguas que todo está amañado antes de empezar. Este se junta con aquel para que el otro se joda. Si hay mayoría absoluta, ni siquiera se pelean para convencer a un tercero o cuarto grupo, perdido por ahí, para desbancar al adversario.
Con cuatro años de mandato, tendrán tiempo para enchufar a la prima, a la suegra, al vecino del cuarto, a la amante y, en cambio, a la población que les den mucho por el saco.
Mientras tanto, los que entran desmontarán todas las acciones que habían puesto en marcha los que salen y todo seguirá igual. Las obras que se activaron de golpe, como si les fuera la vida en ello, se llenarán de polvo, se harán eternas y tal día se olvidarán para qué las pusieron en marcha y cuánto costaron.
Las firmas que un día los vecinos recogieron para votar por la reforestación del parque que hay al lado del instituto, desaparecerán por arte de magia y sin saber cómo ni de qué manera, entrarán las excavadoras para construir la nueva urbanización que tenía pendiente el grupo político de tres legislaturas anteriores. Así, sin anestesia.
Hace unos días, Lucas me envió por email cuatro ideas para que escribiese cuatro líneas sobre las votaciones de mañana. A partir del lunes, el mobiliario de los despachos del ayuntamiento seguirá igual. Lo único que será diferente son las caras de las personas que pululen por esas dependencias.
¿Tendremos que esperar otros cuatro años para ver los cambios? No tengo ni idea.