Vista panorámica

Tibidabo, 1969.

Un día para disfrutar con mis padres y mis hermanas.

La montaña de Barcelona.

Merendola. Vamos, lo que ahora sería un picnic.

Entrada al parque de atracciones.

Dos adultos y tres menores.

La más pequeña, tres años. La mayor, quince.

El que escribe, ocho.

Día de sol.

Desde la terraza principal del Tibidabo, Barcelona está a nuestros pies, esperando a ser observada.

Cinco telescopios. Cuatro ocupados.

Nunca supe cómo poner el ojo. Siempre se veía borroso y no era mi vista.

Mamá decía: —busca la Sagrada Familia. Allí vivimos.

—Ahora busca el teleférico del puerto. —¿Lo ves?

Una vez que ya habíamos escaneado la ciudad, tocaba subirse en alguna de las atracciones.

El avión en el que sólo cabían cuatro y el gato. La cesta. La habitación de los espejos. El laberinto. El castillo encantado. La montaña rusa.

A veces, nos daba miedo entrar en según qué tipo de instalaciones. En otras, éramos unos valientes.

¿De dónde viene el nombre de montaña rusa? ¿Es cómo la ensaladilla rusa? ¿Las bolas rusas?

¿Y qué decir del castillo encantado? ¿Encantado? Quizás en aquellas épocas sí. Ahora visto con perspectiva, encantados se quedaban mis padres viendo las caras que poníamos.

Otra montaña mágica en la que se podía disfrutar con la familia era la de Montjuic. ¿Por qué se fue al garete? ¿Fue una mala gestión de la ciudad o de la empresa que la regentaba?

Ni idea.

Hace casi mil años (es un decir, claro), que ya no vamos a la montaña mágica.

Podría ser un buen momento para subir con la familia, pero enumeremos algunos problemas:

  • Para ir al Tibidabo es imprescindible que vengan a verte algunos familiares. Recuerdo que era una buena excusa para ir. Ahora, con las restricciones es más difícil.
  • El precio. La entrada no tiene nada que ver con mis épocas de mozo y no se te ocurra comer o beber allí. Casi es mejor salir comido y bebido de casa.
  • ¿Cómo llegar? Si es en vehículo propio, ¿dónde porras lo aparcas? En el parking del parque (parking del parque, parece un juego de palabras). Allí te crujen. ¿En bus? ¿En el funicular? Yo diría que mejor a pata. Sales dos horas antes del lugar donde dejes el coche, como por ejemplo, el museo de la ciencia y encima haces ejercicio.
  • Ah… faltaba hablar de las putas mascarillas. El covid. El covid ha hecho estragos. Imagina intentar pasártelo bien y tener que llevar puesta la mascarilla.

Si queréis tener vistas panorámicas de la ciudad, una opción interesante es ésta que os muestro a continuación:

Y es la mar de barata.

Te aposentas. Miras por el visor y esperas a que pase alguna cosa interesante.

La imaginación al poder.

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