Toda la semana liado haciendo cosas.
Trabajo, cursos, repaso de inglés. Gim, la colada, comidas y cenas.
Casi todos los días lo mismo.
Uno piensa: «ya falta menos para el viernes».
Planeas una escapada de fin de semana.
Pero el viernes no se detiene. Después, atropelladamente llega el sábado, que pasa como un rayo.
El domingo ni lo notas y cuando te quieres dar cuenta, otra vez vuelve a ser viernes.
¿Pero qué pasa con los días que van tan rápido?
¿Hay alguna regla que pueda formularse de otra manera para que los días no pasen a toda velocidad?
Seguramente, a medida que acumulas años, los eventos pasan cada vez más deprisa.
Cuando eres pequeño, no tienes consciencia de las horas, de los días y por supuesto, de los fines de semana.
Eres pura inocencia. Todo te parece nuevo. No estás pendiente del reloj. Te dejas llevar.
¡¡¡Ay, amigo!!! Pero cuando vas cumpliendo, la cosa cambia.
Eso no es motivo para dejar de saborear eso que llamamos «el fin de semana» que, supuestamente, empieza el viernes y como un suspiro acaba el domingo.
Para unos es larguísimo, para otros, sin embargo, es un estornudo.
Tengamos, pues, pañuelos a mano para los mocos.