Tres pares

¿Qué pasa? ¿Cuántos más años a cuestas, más gafas? ¿No podría haber otro sistema menos engorroso?

Lucas tiene encima de la mesa de trabajo tres pares de gafas. Dos de ellas con una graduación bastante similar. La tercera, nueva de este miércoles, viene con cristales ocupacionales.

¿Es que con las otras gafas no se ocupaba?

¡Ah, no! Se llaman así porque son operativas en el uso para quehaceres cotidianos cercanos (de cerca). Progresivas de onda corta. Para leer, escribir, trabajar con el ordenata, leer una partitura. Es como aquella frase de la colonia que decía: en las distancias cortas.

Ahora toca acomodar la vista a los nuevos cristales, pero por lo que me dijo ayer por la noche, parece ser que se ha habituado muy rápido.

Espero que no ponga aquellas caras de chino dormido. Estaba muy feo.

Estos cristales progresivos de onda corta, como los bautizó el mismo día que recogía la montura, están diseñados para distancias que abarcan desde los 15 cm hasta los 80 cm. Si por encima o por debajo de esas distancias enfoca bien, será un puto milagro.

Están bastante equilibrados. Buen contraste. Una entrada de luz muy homogénea. Además, el diseño es chulísimo. Se nota que tiene buen gusto (para lo que quiere).

En este mismo momento está leyendo el prospecto de un medicamento y no hace gañotas. Es todo un éxito.

El problema o mini problema es cuando se levanta de la silla. ¿Debe cambiar de gafas para trasladarse a la cocina a preparar un té o se puede arriesgar y aventurarse con las ocupacionales?

Si no lo prueba no lo sabrá nunca.

En un momento se arriesgará, irá decidido a la cocina, con la cabeza bien alta, para prepararse el té de las cinco. Hoy va tarde. Tendrá que ser el de las seis.

A las nueve y cuarto hará cambio de gafas para irse a trabajar. Hoy toca despacho, pero no se llevará las ocupacionales. Allí, no.

A ver qué le depara el servicio.

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