Tornillería

Mientras Fermín retiraba los muebles para hacer sitio en la sala, preguntaba si ese tornillo, que quedaba a la altura de los ojos, lo dejaba o no. Lucas, con la mano derecha en la barbilla, en modo «estoy pensando» y teniendo en cuenta el poco razonamiento que le caracteriza, le decía que ese sí y el otro no.

Pensamiento mañanero

Hoy toca rascar y pintar la sala. Tres paredes y el techo en blanco piedra y la otra pared en piedra armonía para darle volumen.

La casa está hecha unos zorros. Suerte que en algún momento de la semana, todo quedará perfectamente colocado en su sitio, limpio y estupendo.

Hasta que eso no ocurra, a Lucas no le apetecerá que suba nadie a su casa a no ser por una urgencia.

Ahora todo está patas arriba.

El piano, la pantalla de cine, las dos lámparas y el reposapiés, se han colocado en la alcoba. Ya veremos por dónde accede a la cama esta noche.

El sofá de tres plazas, el armario de comedor en el que guarda todo el material de esquí, el baúl donde se sube el gato y en el que guarda el aceite de oliva y la butaca de su madre, han quedado protegidos en medio de la sala, tapados con un plástico gigante.

Fermín, que está acostumbrado a trabajar en lugares reducidos, hace lo posible para no pisar por donde no hay papel protector.

Alguna gota de masilla aquí o allá que más tarde y antes de ponerse a pintar, quitará con un trapo húmedo.

—No te preocupes por las manchas. Las tengo todas controladas, —le dice Fermín, mientras se acaba el bocadillo de pavo.

Lucas, en su silla de pensar, escribe las últimas palabras para darle forma a este relato que acabas de leer.

Seguiremos informando.

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