Con la primera dosis, hasta que no pasaron veinticuatro horas, no noté más que el pinchazo. Nada de fiebre ni agotamiento.
Me afectó mucho más una mala noticia que la propia vacuna.
Con la segunda, más de lo mismo, pero en esta ocasión, ni siquiera el pinchazo. Pensé por un momento si solo me habían inoculado suero fisiológico, dado que la gente se quejaba de fuertes dolores con fiebre, como si tuviesen un trancazo de gripe. En cambio, yo, nada de nada.
La tercera ha sido hoy.
La cita a las 11:00 h.
Como cabía esperar, me he perdido por Blanes y he llegado a las 11:05 h.
Poca cola.
En seguida me han hecho pasar.
Un tipo de la entrada preguntaba: —¿Cuántas dosis le han puesto?
He tardado más en quitarme las chaquetas de moto (chaqueta y plumón) que la ATS con el pinchazo.
Me ha invadido otra vez la pregunta de la segunda dosis. —¿Seguro que me han pinchado?
Según comenta mi hermana mayor, los posibles efectos no los notaré hasta mañana. Espero no tener ninguno. Trabajo en la calle, haciendo fuerza y no me gustaría caer redondo en medio de un charco.
¿Por qué un charco? Porque mi trabajo consiste en baldear con una manguera de 60 metros, una rambla.
Espero y deseo que la tercera dosis no haga mucha pupa y sirva para mucho.
Porque, de perdidos* al río y en la rambla no hay (*cambio perdidos por mojados).