Situación comprometida

Seguro que en algún momento de tu vida te habrás encontrado ante una situación comprometida.

Te cruzas con una persona y le dices, por ejemplo, ¡ostras! El otro día me encontré con fulanito. Recuerdas que salían juntos y sin saber nada de sus vidas desde hace tiempo, te da por hacer ese comentario que, a tu parecer, es del todo inofensivo.

La persona con la que te cruzaste, te responde con cara de pocos amigos, que ya no están juntos y te advierte conque ni se te ocurra pronunciar su nombre delante de ella. Tu primera reacción interna es ponerte colorado como un pimiento. La segunda reacción, más externa, es disculparte por haber metido la pata hasta los cimientos.

Es evidente que no tenías ni la menor idea de su situación sentimental, con lo que esa disculpa tiene una intención más educativa que cordial.

Te preparas para recibir algún tipo de chaparrón, pero la mujer se comporta como un humano razonable.

En su cara observas una mueca de rabia contenida y tristeza mezclada. Tu, que casi nunca te metes en la vida de nadie, intentas por todos los medios salir lo más airoso posible de esa situación.

Lo has conseguido a base de cambiar automáticamente de tema.

En tu interior piensas que hacían buena pareja. Se les veía tan contentos que no hubieras imaginado que todo tiene un final y este, por lo que has comprobado, no ha sido amigable.

Por otra parte, cuando te enteraste que se habían enrollado, te dio un poco de envidia, sana, pero envidia en definitiva.

Ya te hubiera gustado tener una novia así.

¿Habrías podido seguirle el ritmo? Seguramente no. Así que te contentas con el pensamiento y poco más.

¡Vaya, y yo que los veía tan felices!

—Hola Juan. ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo estás? Se te ve buena cara.
—Hola Enrique. No sé dónde ves tú que tenga buena cara. La semana pasada enterramos a mi madre y ayer a mi mujer.

¿Cómo se te queda el cuerpo ante esa observación de mierda que te has sacado de la manga? ¿Si lo hiciste por quedar bien, te has lucido compañero?

No será la primera vez ni la última que te enfrentas a una situación de esa envergadura. Metes la pata hasta el infinito y más allá.

A veces, queremos ser tan condescendientes que no nos ponemos en los zapatos del otro. No sabemos qué situación está viviendo el humano que nos encontramos en la calle, a la salida del ambulatorio e incluso, en el metro.

Pues no me habré cruzado con antiguos conocidos o amigos en el metro. Y mira que la ciudad es enorme, con un montón de humanos como para encontrarte de frente o detrás, en la cola, a aquella amistad que hace veinte años que le perdiste la pista.

No hay forma humana de adivinar en qué estado te encontrarás a aquella persona con quien entablarás una conversación irrelevante o profunda en la calle, en el metro, en la cola de la panadería, para ir resumiendo, en cualquier lugar, sin estar completamente seguro de que no meterás la pata hasta el fondo del pozo, con una pregunta o comentario que para ti es de lo más normal del mundo.

Por cierto, ¿qué tal estás?

1 comentario en “Situación comprometida”

  1. Montserrat Aluart

    Eso demuestra que no estamos conectados. No sabemos el día a día de las personas; depende del vínculo. No veo ninguna metida de pata. Además nada es lo que parece.

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