Hace menos de veinticuatro horas, una persona muy sabia que pertenece a mi círculo más íntimo, me enviaba un audio en el que explica con claridad meridiana, casi prístina, que, llegados a una cierta edad, pasamos de primera a segunda mano. Una vez alcanzada la mitad del trayecto, debemos sacarle partido a la experiencia sin más pretensiones que el disfrute de nuestras almas. Disfrutar los buenos momentos con las buenas gentes que se van cruzando en nuestro camino. Un extracto sería: «Si hay buen rollo, te ríes y lo pasas bien, adelante. Respétate y respeta. Quiérete y quiere. Disfrútate y disfruta. A estas alturas que ya estamos de rebajas y somos de segunda mano, cualquier persona nos puede servir bien siempre que haya armonía, claro».
El audio es mucho más largo, pero creo que la esencia del mismo, el resumen más potente es el que has leído entre los signos «…».
Segundas oportunidades, segundas risas, segundos llantos, segundos viajes, segundas comidas, segundas quedadas, segundos gin tonics. Un libro que lees por segunda vez. Una canción que escuchas por segunda vez. Aquel camino que recorres por segunda vez. Un beso en la segunda hora. En la segunda mejilla. Una segunda mano que tomas en un segundo. Una segunda caricia…
Dale tiempo a la segunda mano. No todo está perdido. A veces, cuando menos te lo esperas, la segunda mano se convierte en primera. Eso sí. Tómalo con calma. Sin prisas, pero sin pausas. Es un dato importante. Tiempo al tiempo, sin desperdiciarlo, ya que el tiempo es efímero. Pero, sobre todo, aprovecha la segunda mano. Tu segunda mano.