Desde un punto de vista sociológico, ¿existe alguna unidad de medida, alguna fórmula para mesurar ciertos comportamientos humanos que relacionen una fiesta popular con una batalla campal en la que la munición sea simplemente basura? Botellas de plástico, cristal, envases, latas de todo tipo y color, bolsas de patatas fritas, tarrinas de helado deshaciéndose por segundos, cajas de cartón para pizzas, pipi de humano, bocadillos a medio terminar, incluso intactos (con el hambre que hay en el mundo), paquetes de tabaco, cristales rotos, etc. a modo de minas antipersona, que se amontonaban en la zona de combate; en la zona cero. Intento hacerme una idea del pensamiento interior de esta marabunta, deambulando como zombis, arrasando el paisaje como hordas de orcos… ese pensamiento fugaz que cruzó por sus mentes en escasos tres segundos, en un momento de sus mortales vidas: —es igual. Ya lo recogerá alguien.
Pasar de cien a cero en otros tres segundos. De llevar mascarilla, por si acaso, a ir medio en pelotas. De tener que desgañitarse la garganta porque los decibelios exteriores eran demasiado ensordecedores como para que esta especie (posiblemente en extinción) se comunicara entre ellos. De convertir una tradición supuestamente mística, en algo más parecido a un partido de fútbol Barça-Madrid.
Si las Santas levantasen la cabeza, se harían cruces (traducción directa del catalán: es farien creus), de cómo se transformó la celebración de sus vidas ejemplares (o quizás no tan ejemplares; no soy letrado para juzgar sus vidas), humildes, vidas repletas de silencio. ¡Por dios, el silencio! Ese momento zen tan añorado por los que acostumbramos a vivir con subtítulos.
Nunca había formado parte de un batallón de combate, que operaba en la clandestinidad, abriéndose paso casi a codazos, contra esta especie de… No tengo adjetivos para definir su clasificación según la escala evolutiva.
Evidentemente, esa es mi opinión. Es posible que el resto del batallón, a excepción de algunos que sé, con total seguridad, que padecen de hiperdecibelus, ni siquiera se haya planteado esta disertación. Quizás, en alguna de sus facetas personales, también se conviertan en zombis o en orcos que despiertan de su letargo en algún momento del ciclo, para unirse a estas tribus primitivas de humanos que aún no han pasado a la etapa elevada del conocimiento.
Cierto es que no puedo comparar una fiesta popular con una batalla, pero poco le faltó. Trincheras, barricadas, salvoconductos, retiradas a tiempo, retaguardias, servicios del orden, de auxilio y de extinción de incendios, se parapetaban donde podían para no obstaculizar las riadas de gente que se desplazaban sin un rumbo fijo por la ciudad.
Ese calor insoportable, acompañado de un bochorno que te hacía llorar, fue, sin duda, el protagonista de la noche. Una noche que, por lo visto, tendrá una segunda parte, como las series televisivas de los ochenta.