Otro año más, para Lucas, el segundo, que mañana se acabarán, por suerte para él y seguramente para todos sus compañeros de trabajo, las fiestas de las Santas.
Según su opinión, dejan mucho que desear en cuanto a higiene, limpieza y buen orden. Diría que si las santas levantaran la cabeza, cosa que dudo, fliparían en colores.
Estoy a favor del disfrute humano; las alegrías compartidas son saludables, el divertimento, los bailoteos, pero de ahí a dejarlo todo hecho una pocilga, pues, ¡qué quieres que te diga!
Los chavales y no tan jóvenes que acceden a las áreas restringidas saben perfectamente que no se puede entrar con botellas de vidrio (para los de la LOGSE, de cristal). Lo saben porque cada año es lo mismo. Entonces, ¿por qué cojones no se les mete en esa cabeza hueca? ¿Por qué no hacen esas mezclas extrañas en su casa y dejan la botella guardadita en su cocina o donde les dé la gana?
De esta manera, los que nos dedicamos a mantener limpia la ciudad, no tendríamos que recoger las botellas que aparecen en los lugares más insospechados, en los rincones más inaccesibles o directamente, como pasó este martes y el del año pasado y, sin duda, el de todos los años, en cualquier lugar en el que miráramos.
Perdón por anticipado, pero creo que la fiesta de las Santas es la excusa perfecta para dejar una ciudad patas arriba, cargada de mierda por todas partes, con el consentimiento del Consistorio. Si pudiera leer sus mentes, es probable que pensaran pobrecicos, para una vez al año que disfrutan, da igual que lo ensucien todo. Total, ya están los de la limpieza.
La Wikipedia dice lo siguiente:
Santa Juliana y Santa Semproniana fueron dos mártires del cristianismo nacidas en Iluro –la actual Mataró– en el último cuarto del siglo II. Fueron dos discípulas de San Cucufate (Sant Cugat) a quien acompañaron hasta Sant Cugat en el año 304, donde fue decapitado. Las jóvenes enterraron cristianamente el cuerpo del santo, pero la guardia las sorprendió, fueron acusadas y degolladas por cristianas allí mismo.
Más o menos, trasladado a nuestros días, podríamos decir lo siguiente:
A Julia y a Sempro les quedaron pendientes mates y geografía. Sus padres, que tenían bastante pasta, contrataron a un profe de refuerzo para el verano. —A ver si, de una puta vez, las niñas aprueban las malditas asignaturas. Ya estoy más que harto de que pierdan tanto tiempo con el móvil—, —decía el padre de Julia—.
Contrataron los servicios de Cucufate, un profe progre de SanCu. ¿Pues no resulta que este tipo era un traficante de salmos?
Como era de esperar, alguien del pueblo que le tenía mucha envidia, dio un chivatazo y los maderos lo pillaron in fraganti. El sargento Loperena le dijo por lo bajini: —te vamos a meter un paquete que te va a caer el pelo—. Quizá se les fue un poco la mano porque, aparte del pelo, la cabeza se fue a tomar por culo.
Las alumnas de SanCu se quedaron perplejas ante el desastre y, como si se tratara del cuerpo de Iesus cuando lo rescataron de la cueva, quisieron darle una sepultura, como manda su padre (el de Iesus), con tan mala suerte que un control de los Mossos las pilló justo en el cruce de Vallvidrera con la Rabassada.
Las detuvieron por posesión ilegal de tronco sin identificar (recuerda que la cabeza se fue a tomar por culo). Las llevaron al cuartelillo y otra vez, el sargento Loperena les hizo un gesto con el dedo índice de la mano derecha, señalando la zona baja de la barbilla, por encima de la nuez… ¡Coño con el Lope! Pues no van y les cortan el cuello a las nenas…
Nota del autor mientras tomaba un poco de mate.
El padre de Julia, que era bastante bestia, después de enterarse del estropicio, pensó: —no hay mal que por bien no venga. Al menos ya no repetirá curso el año que viene—.
Y colorín, colorado, esta fiesta se ha acabado.
Pues no sabia esta historia de las Santas!
Aunque quede todo muy sucio, que la verdad, es una pena, las Santas dicen que son unas fiestas increibles!