San Valentín

El Día de San Valentín se celebra el 14 de febrero en honor a San Valentín, un sacerdote que vivió en Roma durante el siglo III. La fecha conmemora su martirio, que tuvo lugar el 14 de febrero del año 270 d.C.

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Si no original, al menos es curioso cómo se amoldan las efemérides para gusto de los consumidores. Para gusto, incluso, de los grandes almacenes que te bombardean con la excusa de que compres cualquier cosa para celebrar lo que sea.

El día de difuntos, el de la rosa, San Jordi y el dragón de marras, el día de l’home dels nassos, de pentecostés, la llegada del hombre a la Luna, el día de Navidad, del trabajo, del trabajador, de las mascotas, del clima, del mar o de los árboles, de la paz, de la mujer, de la madre o del padre, del entierro de la sardina, etc, todos tienen un día para celebrar, por el motivo que sea y lo que convenga en cualquier parte del globo.

Hoy, 14 de febrero, le toca el turno al día de los enamorados.

Tengo una pregunta sencilla: ¿de qué tipo de enamorados se trata? ¿De los de amor entre humanos o también tienen cabida, por ejemplo, los enamorados del trabajo, de sí mismos, de los animales, los enamorados de la naturaleza, del cosmos, de la vecina del cuarto, los enamoradizos, los primerizos, los que llevan media vida juntos, los que se conocieron solo un día, como pasó en la película de Titanic o también, sin ser actor, a Lucas e incluso los de amor a primera vista?

Todos tienen derecho a enamorarse. Todos, menos los que ya lo están. ¿Y los que no? ¿A esos que les pasa? ¿Mueren por amor, por enamorarse, por ser despreciados, por no conseguirlo? ¿Por haberlo conseguido demasiado fácil?

¿Enamorarse es humano o divino? ¿Entra en la rama de la ciencia ficción o en los juegos de azar?

El que escribe lo ha estado -no quisiera hacerle daño a nadie sentimentalmente-, diría que menos de siete veces en toda su vida. Incluso en bajada.

Raquel, una niña de cuatro años, cuando Lucas tenía cinco. Maricarmen, con diez años, cuando Luc tenía once. A los catorce, Maricarmen cambió de aspecto y Lucas se desinteresó de repente. De todas maneras, ella tampoco estaba por la labor.

«Estar por la labor». Esta frase la hemos oído un montón de veces. Me aterra bastante. —¿Sabes qué pasa?, es que no estoy por la labor…

Volvamos al listado que luego no sé si estaba preparando té, arroz con verduras o cortándome los pelos de la nariz.

Otra pregunta, ¿cuentan los amores platónicos? En caso afirmativo, recordamos con cariño a Elisabeth. Creo que tenía dieciséis años y Lucas andaba por ahí. Una adolescente que era como Bo Derek de los primeros años. ¿Por dios, qué preciosidad! Una sola vez se dirigió a ella para preguntarle alguna chorrada. Esta niña era de la alta burguesía y Lucas no pasaba de progre de tres al cuarto.

Preguntas sutiles tengo algunas más. Por ejemplo, ¿qué diferencia hay entre enamorarse, colgarse de, encoñarse o apollardarse? Seguramente, las tres últimas definiciones son más vulgares, pero no menos aclaratorias.

Ya que soy quien decide las palabras que escribo, voy a usar el término «colgarse de».

—¡Así que te colgaste de aquella rubia de dieciocho años que estaba como un tren!
—Una semana duró el cuelgue.

Por suerte, con los años descubrió que, de haber seguido colgado de la rubia, probablemente ahora estaría internado en un manicomio o peor aún, muerto por sobredosis de locura.

Me he saltado una chica de BUP. La memoria me falla a veces. Deben ser las pilas alcalinas que ya necesitan sustitución. Dolores, era su nombre. Estaba saliendo con Pep, un compañero de clase. ¡Menuda suerte tenía el cabrón! Ella era todo lo que habría deseado de una jovencita: simpática por los cuatro lados, amable, divertida, atractiva, alta, delgadita, pero no demasiado. Lo que más fascinaba de ella era su atractivo emocional.

Lucas tiene vagos recuerdos de aquellas preciosidades que encontró en su camino. Siempre que esto ocurre se acuerda de la canción de Serrat, Paraules d’amor… Ella, qui sap on és, ella, qui sap on para. Pues eso. ¿Qué les habrá ocurrido a todas estas «nenas» de su pasado?

¡A ver, a ver! ¡Haz otro esfuerzo e intenta recordar más enamoramientos o más algos!

La primera novia oficial de Lucas.

A su madre no le caía bien, pero a nosotros sí.

La relación duró cuatro años. Después ella decidió cambiar de aires y Lucas no se opuso. Al contrario, le dijo que si necesitaba cualquier cosa, que contara con él.

Ya sé que es una frase muy sobada, pero si lo dijo Lucas, me la creo.

Dicen que el mundo es un pañuelo o, tal vez, como un pañuelo.

Una de las mejores amigas de la primera novia oficial, vivió con Lucas ocho años.

Si con unas tijeras pudiese cortar la línea del tiempo, nos quedaríamos con los cuatro primeros. Fueron maravillosos. Los otros cuatro se los podrían haber ahorrado, pero las tijeras para cortar la línea del tiempo no existe. Así que uno debe pasar por todos los momentos para darse cuenta de los errores o las virtudes de sus congéneres.

¡Wala. Qué bien te ha salido esa frase, tío!

Me acabo de acordar de otra expresión de pseudo enamoramiento y es «esa tía me mola mucho».

—¿Cuántas tías te han molado mucho? —le preguntaba Lucas al microscriptor mientras miraba al techo—.
—Pues diría que unas cuantas, pero son inalcanzables. Así que prefiero hablar de la comida del sábado con Pepe.
—¿Has quedado con Pepe? ¡Hostia. Qué chulo. Dale recuerdos de mis partes!

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