Aterrizas en una web porque estabas buscando algo que te interesaba. Sigues leyendo.
Pueden pasar dos cosas: que pienses que te has equivocado porque no tiene nada que ver con lo que pensabas encontrar o, por el contrario, alucines por la forma y el ritmo en que está escrito el contenido.
Texto, contenidos, frases, títulos, negritas… Nos podríamos pasar cien vidas y no acabaríamos con toda la info que hay en internet.
Entonces, ¿cómo sabrás si donde has ido a parar, te cautivará tanto como para quedarte?
La lectura siempre es amena, pero a veces puede llegar a ser un tostón.
Cambio «ser un tostón» por «ser tediosa». También empieza por «T».
¿Frases largas o cortas? ¿Una palabra por línea para romper el patrón?
¿Una negrita?
Puedo probar con una cursiva.
La cursiva me inclina a pensar que pronto empieza una cuesta.
A veces me cuesta entender la frase en negrita o en cursiva.
¿Nos incitará a seguir leyendo?
No lo sé.
¿Una frase corta, tal vez?
Sigue leyendo.
¡Vale!
Los textos que invitan a leer, ¿deberían contener florituras, iconos o alguna imagen?
Dicen que vale más una imagen que mil palabras.
A veces no.
Siempre te surgirá un «depende» en la mente.
En un relato, como los míos, una imagen es un poco atrevida.
Jugar con las palabras para crear tensión.
Por ejemplo: una goma elástica o una cinta para el pelo.
También es elástica. No tanto como la de pollo, pero no está nada mal.
Empezar con una frase no acabada, ¿es buena idea?
Eran cinco que iban por seis calles y sin embargo…
Pero no llama la atención.
¿Y sin embargo qué?
Al principio, los textos de Instantes eran de 350 palabras.
He pasado de las dos mil quinientas. ¿En letras o en números?
De momento, ¿qué haces?
¿Es una pregunta o un comentario?