¿Qué haces dentro de mi sueño?, se preguntaba Lucas esta mañana justo después de que sonara el despertador.
No entendía nada. En julio hará tres años que murió y lo tenía enfrente. Simpático y divertido, como siempre.
Pero ¿qué haces en mi sueño?, volvió a preguntarle.
No estoy en tu sueño. Tú estás en el mío.
¿En el tuyo?, dijo con cara de asombro.
Técnicamente, Lucas no estaba dentro de su sueño.
Sin llegar a entender nada, creyendo que se trataba de un sueño, en verdad estaba muerto como él. Debió trasladarse, sin saberlo, al otro lado. Allí se lo encontró o, tal vez, él lo estaba esperando.
No lo tiene claro.
Por sus palabras, tengo la sensación de que está muy despistado.
Me ha repetido, casi una docena de veces, que no entendía cómo era posible que estuviese con él, hablando tan ricamente, en un espacio neutro, con mucha calma, rodeados de silencio, de un silencio apacible y sereno.
Mientras se preparaba el desayuno, me lo ha vuelto a preguntar. Diría que, más bien, se lo ha vuelto a preguntar: ¿qué hacía él dentro de mi sueño?
Recuerdo haber leído en alguna parte una frase que me hizo estallar la cabeza. «Soñé que soñaba que estaba soñando». No me acuerdo de más, pero sí de otro fragmento que decía «… pero, en verdad, no estaba soñando. Estaba muerto».
¿Puedes morir durante un sueño y despertarte al día siguiente como si nada?
¿No será que cada noche, cuando cierras los ojos y te duermes, de alguna forma mueres y resucitas por la mañana?
Lucas me está volviendo loco. No sé cómo poner en palabras sus pensamientos en voz alta. Me faltan expresiones y, sobre todo, argumentos para explicarte sus emociones.
Voy a dejarlo aquí. Quiero meditar y pensarlo bien antes de seguir escribiendo. Necesito aclarar mis ideas para aclarárselas a Lucas.