Hay dietas y dietas. Ayuno intermitente, la dieta de la baba de caracol, la de las cien calorías o 450 gramos de según qué puñetas, la dieta de la sandía, la del agua, la del cucurucho, la de hoy no como como otros días que sí como, etc. Pero las más desagradables son aquellas que te impone tu médico especialista, cuando te programa una prueba que precisa tener tu cuerpo limpio como una patena. Transparente como una pecera recién limpia. Como los chorros del oro, que, de hecho, nunca he sabido como quedan los chorros del oro de limpios.
Cuando tu médico te programa una colonoscopia, siempre me viene a la cabeza una chorrada de las mías. Imagino a Colón cuando llegó a tierras americanas, imitando a los indígenas que allí se encontraban. De ahí surge este nombre. Y cada vez que alguien cercano o lejano a mí, comenta lo de esta prueba, aparece una sonrisa tímida en mi rostro, con un punto de cara de gilipollas.
En verdad, no debería sonreír, ya que esta prueba parece que hace un poco de daño. Suerte que te anestesian parte de un trozo o un trozo y medio de la parte correspondiente, pero aun así, no deja de ser un incordio. Así que intentaré no sonreír más, aunque no te prometo nada. Sé que me va a costar, porque yo me río hasta de Janeiro.
A todas aquellas personas pendientes de pruebas médicas, sean del tipo que sean, y no me refiero al tipo de tipo, sino al tipo de prueba, les deseo calma, tranquilidad, que respiren profundamente y que se colmen de paz. Mucha paz para no partirle la crisma al médico de turno.
Ingenio y figura como Don Quijote !