Presos de la presa

Ciento cincuenta familias se desplazaron muy lejos de sus casas, a la otra punta del mapa, para empezar una nueva vida. Igual que los constructores de las pirámides, tenían trabajo asegurado para una década. Salieron del sur para instalarse en el norte, en una zona dura de Catalunya, cerca de Francia. El Alt Empordà.

Entre 1959 y 1969, familias procedentes de Extremadura y Andalucía se instalaron en un poblado artificial que se construyó solo para la realización de la presa. Casas rudimentarias que consistían en cuatro paredes y un techo, básicamente para que no se mojasen sus inquilinos. La cocina y el baño, si se podía decir baño, estaban en el exterior de esas chabolas que, durante diez años, albergaron a esas familias que se sentían presas de la presa. Pasados los años, después de la inauguración del pantano de Darnius-Boadella, en ese poblado solo pernoctan los animales del bosque y la vegetación que es la encargada de mimetizar el paisaje.

En lo alto de una colina, un cuartelillo de la benemérita, custodiaba el poblado. ¿Vigilaban o les vigilaban? Según he leído, tenían dos cometidos: controlar la zona y vigilar a los trabajadores para que no se amotinaran, ya que los recursos de subsistencia eran escasos y los honorarios poco gratificantes. De todas formas, no me extrañaría que fuera para controlar al personal.

Todo quedaba cerca. Las familias desarrollaban su vida en el poblado, entre la cantera y la obra. Las piedras se extraían de la misma montaña. Se les daba forma y se bajaban en unas vagonetas hasta la base de la futura presa. No había necesidad de desplazarse más allá del valle. Es como si vivieran en la comarca de Tolkien. Una vez acabada la construcción, dos ríos se encargarían de anegar el valle: el Muga y el Arnera. En 1963, debido a la escasez de cemento español, tuvieron que recurrir al mercado rumano y polaco, pero eso fue por poco tiempo. En seguida, empezaron a suministrarlo desde Vallcarca, en el Garraf. Mano de obra de fuera con productos de la tierra.

Con los años, los descendientes de esos primeros operarios, colgaron su sombrero (como dijo en una ocasión Groucho Marx) en las inmediaciones de la presa. En los pueblos colindantes echaron sus raíces y ahora, con la mirada de un recuerdo pasado, siguen su camino integrados en la Catalunya Norte, entre los Pirineos y el mar. Los pioneros que se marcharon del sur para instalarse en el norte, se autoproclamaban presos de la presa.

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