¿Por qué salpica?

Es domingo. Aunque toca levantarse sin mirar el reloj, Lucas no es de los que quemen las horas sin hacer nada, pero hacerse el remolón tampoco es un pecado.

Está a punto de ponerse en marcha la tradición dominical. Una vez ya ha abierto los ojos casi a la vez, Lucas decide colocar los pies en el suelo. A tientas, localiza las zapatillas. ¡Alehop! Ya ha metido los pies en cada crocks. Le pide muy amablemente a sus gatos que salgan de encima. Desde muy pequeñitos los acostumbró mal y ahora no hay manera de que duerman en sus respectivas cestas.

—El día menos pensado, las tiro a la basura. Total, no las hacen servir para nada… Piensa Lucas.

A marchas forzadas se dirige al baño. Se estaba meando. Después, como si se tratara de un autómata, comprueba que todo esté en su sitio, que los gatos no hayan hecho alguna fechoría ni desparramado nada por ahí.

El próximo objetivo es llegar a la cocina. Agarrar la cafetera y prepararse una buena taza para acabar de activarse. La ducha será más tarde. Igual sale con la bici. Tenía que doblar la ropa de la colada de ayer, pero antes un buen café le servirá para ponerse en órbita.

Parece mentira lo fuerte que está. Cada vez que ha de abrir la cafetera, del esfuerzo, le entran ganas de mear.

Tantos años preparando el café y aún hoy se pregunta por qué cuando la gira para enjuagarla salpica café, no en uno, sino en los dos fregaderos. Los deja hechos un cristo. El líquido negro se desparrama por todas partes. Pero, ¿dónde se escondía el último chorro de café que lo pone todo perdido?

No le gusta tomarse el café con el fregadero sucio. Toma un paño que usa para este menester y lo pasa por el mármol. —Ahora ya puedo proseguir. —Vuelve a pensar.

Abre la puerta del armario, la tapa del pote de café y la tapa del azucarero. Llena el depósito de la Oroley hasta el pitorro. Tres cucharadas de café molido Soley, una cucharada de azúcar sin refinar, un chorrito de leche fresca y a esperar.

Ha decidido recoger la ropa a la vez que se hacía el café. Suerte de su buen oído. Mientras doblaba las camisetas, en el fuego se iba gestando su droga favorita. No fuma, no bebe alcoholes fuertes, pero su café, que no se lo quite nadie.

Le esperan diez minutos de relax total. Seguro que caen dos magdalenas. Un poco de prensa escrita y a seguir con la colada.

¿Quemará el asa de la cafetera como otras veces?

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