Últimamente, comes más de la cuenta. Creo que vuelves a tener ansiedad. No sé el motivo porque, en teoría, todo va sobre ruedas ¿no? Es verdad que de vez en cuando te da un pinchazo allí, pero decidiste no darle importancia.
Las cosas de la mente son complejas si dejamos que sean complejas, pero si no les hacemos caso, ¿por qué preocuparse? Digo yo. También es cierto que hace una semana que no vas con la bici, ¡con lo que te mola! Supongo que cada momento tiene su espacio.
Ayer, estabas entusiasmado preparándote un mini bocata de mantequilla con mermelada de fresa. De la chapata que te sobró, cortaste dos trozos. Uno te lo comiste con calma en la cocina. Un sorbo de té y un mordisco. Miraste la hora. ¡Ostras! Tenías cita en el ambulatorio a las 15:30. Se te había olvidado por completo. Desde que estudias piano otra vez, se te pasa el tiempo volando.
Llamaste por teléfono excusándote y pediste una nueva hora. —¿Te va bien a las 18:30? —Te comentaba la secretaria. —Ok. —Respondiste rápidamente. Entonces, una frase pasó por tu cabeza en un instante. «No me va a dar tiempo. Me comeré el otro trozo por el camino». Ese fue tu pensamiento.
Maldita sea.
Nadie sabe bien por qué, pero la otra rebanada de pan con mantequilla del Cadí y mermelada de fresa de la abuela, fueron a parar al rellano del hall, cayendo estrepitosamente por el otro lado. Tal vez esos duendes que viven en la escalera de la finca lo intuyeron; esos que aparecen cuando menos te lo esperas. Ellos lo saben todo. ¿Acaso te arrancaron de la mano la rebanada? Estabas absolutamente convencido de que nada ni nadie podría perturbar tu momento Cadí, pero alguna fuerza sobrenatural hizo que la rebanada tan bien preparada saliera volando.
Este hecho provocó dos cosas: que te cabrearas como una mona, lanzando al aire una suerte de improperios y que tuvieras que subir a casa a toda prisa para buscar papel de cocina y limpiar el desaguisado.
Una vez en la calle, tuviste que poner la primera y acelerar el paso. Las campanas de la ermita daban las 18:15 h. Corriendo a todo correr por las callejuelas del pueblo, tus pensamientos se centraban exclusivamente en cómo demonios se te escapó la rebanada de la mano. Aún mantienes ese equilibrio propio de un deportista. Aún conservas esos reflejos excelentes y, sin embargo, en menos de dos segundos, tu merienda se fue al traste.
¿Sería una señal? ¿Los duendes decidieron por ti que ya va siendo hora de que frenes un poco con el picoteo? Con las cosas del comer nunca se sabe y con los pensamientos de los duendes, tampoco.