Siempre he tenido la curiosidad por saber cómo hacen los de la compañía del agua para abrir esas tapas que me voy encontrando por la montaña, básicamente. Las de ciudad, tienen un agujero, que lo he visto.
Estas tapas del agua, tienen en la superficie, un sinfín de relieves, como los que habían en los templos mayas o aztecas, que parecieran encajar con una llave maestra con la que, una vez acoplada encima, se activase algún tipo de mecanismo para desenroscarla y levantar la tapa.
Vaya usted a saber.
Estuve un buen rato observándola y realmente no pude descubrir ningún resorte o agujero secreto con el que se pudiese abrir.
Como ésta, hay otra docena en el camino que acostumbro a transitar. Ninguna de ellas tiene algún tipo de apertura a la vista. También me recuerda a esas puertas secretas de las películas de aventuras, en las que, apretando aquí y allá, de repente, se abre una compuerta en forma de roca o losa gigante, como pasó en la cueva de Ali-Baba o las pelis de Indiana Jones.
Tengo mucha curiosidad y quizás en cualquier momento, aborde a un técnico de la compañía para preguntarle cómo puñetas hacen para abrirlas.
Sonará extraño que tenga estos pensamientos, pero cuando me voy a caminar, suelen invadirme una serie de historias absolutamente surrealistas que me apasionan a la vez que me perturban.
Mientras no descubro cómo se abren, pensaré si es verdad que dentro, en el hueco que hay debajo de la tapa, existe vida. Si hay tubos y llaves de paso o simplemente hay una tapa, por ahí perdida en la montaña, únicamente para que yo tenga estas «idas de pinza».