De vez en cuando, se reúne la familia para tomar un aperitivo en alguna de las terrazas del pueblo, cerca del mar o casi enfrente.
Diego, Eva, Ángela, Dionisio y Lucas, han cambiado, de repente, las típicas aceitunas rellenas, berberechos y patatas chips por unos deliciosos bocadillos con pan de chapata caliente, butifarra negra y queso tierno, unas bravas con salsa y ya está. Ángela no tenía hambre, así que ha pasado al té directamente.
El aperitivo se ha convertido en comida en casa de Ángela. La comida en siesta y visionado de un reportaje muy interesante que trataba sobre un tipo que hace escalada sin cuerdas y sin protección alguna. Algo así como free only.
Después de la siesta, Eva y Diego tenían cosas que hacer en casa.
Ángela les pidió a Dionisio y Lucas si podían acompañarla a un almacén que tiene alquilado cerca de su casa. En condiciones normales, desde su parking hasta el almacén podría invertir treinta minutos como máximo. Hoy, la cosa se ha complicado. Un accidente en la autopista, con ambulancias y helicóptero medicalizado incluido, ha provocado retenciones de una hora larga.
Después del punto de colisión, han desaparecido las retenciones por arte de magia y en menos de quince minutos estaban aparcando frente al almacén. Todo ha vuelto a la normalidad. Quizás a la normalidad es un decir.
Perfecto. Hay sitio justo delante de la puerta. Ha dicho Dionisio. —Aquí estaremos bien.
Ángela tenía llaves de las puertas automáticas. Los domingos no se abren hasta que no giras la llave de seguridad. Han subido por las escaleras porque el almacén está entre dos alturas.
—El colchón y esa mesa, ¿entrarán en la furgoneta? —Ha preguntado Ángela.
—Si solo son estas dos cosas, no hay problema. —Ha respondido Dionisio.
Tal como subieron, bajaron sin hacer demasiado ruido, para no molestar a los vecinos, teniendo en cuenta que la única fiesta con ruido incluido que había era una de cumpleaños en el local de la derecha.
Al salir del hall del almacén, Ángela, Lucas y Dionisio se han visto inmersos en una batalla campal entre bandas de gitanos que salían corriendo de la supuesta «fiesta familiar de un cumpleaños feliz».
Gritos, amenazas de muerte e insultos muy subidos de tono, se cruzaban en el aparcamiento donde Dionisio, con los nervios a flor de piel y Lucas un poco más calmado, intentaban subir a la baca de la furgoneta la mesa que Ángela quería llevarse a casa.
Se notaba que la situación empeoraba por momentos. El supuesto padrino o jefe, ha salido del vehículo encarándose con otros que venían dando voces por detrás, amenazándoles que con navaja o pistola y que se lo dijeran a la cara si tenían cojones.
Una vez metieron el colchón, salieron pitando por encima de la acera, para no pedir a esos energúmenos si podían retirar los coches de alta gama del medio. El de la supuesta pistola llevaba un Mercedes tipo cuatro por cuatro, que seguramente no le tocó en una rifa.
Ángela sugirió parar en la gasolinera más próxima para tomar un refrigerio a modo de tranquilizante porque hasta el último momento pensaron que allí habría tiros.
De vuelta a casa explicaron posibles hipótesis de la batalla. —Deben ser bandas diferentes de traficantes de droga que montaron una fiesta de cumpleaños para sus críos y algo salió mal. Eso lo supusieron por los bugas que llevaba el personal. Y eso no se gana poniendo tochos o trabajando en una panadería.
La mesa y el colchón ya están en su sitio. Ángela invitaba a Dionisio a que se pegara un bañito en la piscina para refrescarse, pero sobre todo, para relajarse. La tarde ha sido bastante movidita y para colmo, la carretera de vuelta y la autopista se veían bastante cargadas de coches.
Lucas tenía muchas ganas de llegar a casa para escribir a lápiz esta historia y pasármela, como hace casi siempre, por WhatsApp.
¡Qué tarde del demonio!
Válgame el señor!! 😳😲☹️🤦🏻♂️