No es costumbre en mí tener pocas ganas de hacer cosas. Procuro estar activo cuanto más tiempo mejor, pero, a veces, me entra una modorra que ni con tres Red Bull o una taza de café bien cargada, me pongo en marcha.
Supongo que algo tiene que ver el hecho de estar de baja. No me gusta estar así. Me da la sensación de que estoy haciendo trampa. En ese estado parece que perrear o hacer el vago esté aceptado.
Si no hago cosas, me aburro, me pongo de mala gaita, pero a la vez, creo que dejarse llevar por la apatía, en algún momento puntual, no creo que sea un pecado mortal. Más bien venial o, como decimos en mi pueblo, un pecadillo.
Escribir me honra de profunda satisfacción, como diría uno que conocemos todos, que dice estas frases tan relamidas. Tan rechupadas. Tan, en su caso, vacías de contenido.
Cuando escribo, me produce una satisfacción que se sitúa en el centro del estómago y se cocina a fuego lento, para disfrutar lo máximo en la cocción de las palabras y las frases.
No obstante, a veces tengo la sensación de que se me va a hacer pesada tanto la cocción como la digestión posterior al vómito continuado de frases con significado o falto de él.
Frases que, sin ton ni son, emanan de los dedos de mis manos. Diez dedos que acribillan de forma casi automática, sin mirar el teclado, aunque solo sea para verificar que cada dedo va allí donde realmente quieres que vaya. Y aun así, las frases que aparecen más que impresas, pintadas en la pantalla, cuentan con una lógica casi mística.
Jerigonzas aparte, ya que a veces ni siquiera yo entiendo lo que digo o pienso, dejo que se cree una conexión directa entre las neuronas y los dedos que ni quiero, ni pretendo frenar. Ahí van. Todas juntas ideas, palabras y frases.
De todas formas, a veces tengo pocas ganas de expresar las ideas que se estacionan en los pliegues de mi córtex, a la espera de escuchar el silbato del jefe de estación, anunciando que el tren va a partir. Y mientras eso no ocurre, me tomo un café con hielo en la cafetería de la estación o, en su defecto, un Red Bull, para ver si, de una vez por todas, me activo y hago cosas porque la apatía es un vicio que se contagia demasiado rápido.
Pues a disfrutar de la contemplacion cuando a uno no le dan ganas de nada. Por eso yo contemplo tanto! 😉
Es como si volvieras al confinamiento y escribir te diera alas… estar de baja es como estar confinado… todo pasa!!