Paseando a Mis Peissi

Lucas había agendado para hoy diversas tareas.

—Bajaré al pueblo a comprar un poco de comida, pediré permiso para enganchar los doce carteles que imprimió Ester para la presentación del sábado que viene y sobre las 13 h me pasaré por el ambulatorio—, —¡Ah!, y que no me olvide de llevar la carta a Correos—.

Últimamente, no sabe dónde tiene la cabeza. Tareas sencillas que parecen fáciles de ejecutar, se le hacen una montaña.

Una de las compras era pescado. A Lucas le encanta ponerle nombre y apellido a casi todo, así que al pescado lo ha bautizado como el Sr. Lopez y eso que se trataba de una dorada.

Mientras iban de acá para allá, de tienda en tienda, hablando con los respectivos propietarios, el Sr. Lopez, bien colocado en su bandeja de porexpán y envuelto en una película de plástico para que no se diera a la fuga y volviese al mar de sopetón, se paseaba por el pueblo.

—¡Qué bien, qué bien, voy de paseo!

Es muy probable que eso no lo pensara el animalico ya que cuando te venden una dorada en la pescadería, acostumbra a estar finada. De lo contrario, igual te darían la opción de agarrar un cubo lleno de agua con el Sr. Lopez nadando en círculo hasta caer rendido, lo más probable, en la sartén.

No estoy seguro, pero diría que el Sr. Lopez estuvo casi dos horas de parranda.

La última compra que hizo Lucas fue en el colmado de proximidad. Pimientos rojos con un punto de picante, aceitunas Espinaler (no están nada mal), un bol con ensalada y para postre, fresas con nata (una que llevaba abierta en la nevera por lo menos una semana).

Comida de lujo. Cervecita de acompañamiento. Fresas con nata extraña y quizás, sobre las 17:30 h se tome un té de canela. Ya veremos.

Dentro de diez minutos más o menos cerrará todos los periféricos y se dedicará a aporrear el piano con el Sr. Lopez en las entrañas de este humano que, cuanto más lo conozco, más locainas me parece.

En el fondo, es un buen tipo. Y hablando del fondo, ¡qué feliz era el Sr. Lopez antes de caer de agallas en la sartén de Lucas!