Hoy hace una semana que una parte de nosotros se fue para siempre.
Uno de los nuestros, tomó el sendero que te lleva a un lugar sin retorno.
Hace una semana que no doy pie con bola. Siento un agujero terrible en el alma que hace que todas las cosas pierdan importancia.
Construimos castillos que creemos que aguantarán un huracán y sin embargo, con una suave brisa, se derrumban delante de nuestros ojos, sin que podamos hacer nada para protegerlos.
El sábado pasado, nuestro querido Ángel, cambió sus brazos por alas, para iniciar otro camino.
Ya no necesita sus flamantes botas de montaña que le había regalado su mujer dos semanas antes. Ni su mochila en la que llevaría, seguramente, frutos secos y un poco de agua para calmar su sed.
No tengo la suficiente capacidad para imaginar el dolor que pueda sentir mi hermana, pero me hago una idea.
Deseo con toda mi alma que, esté donde esté, la cuide y la proteja desde las alturas. Que la arrope desde esa otra dimensión en la que permanecen las almas que se han ido demasiado pronto.
Por hoy, no tengo más que decir.
Cuidaos mucho.
Cuídate tu también.
Un abrazo