Venga Lucas, que te veo inspirado. Aprovecha que ahora no te duele el uñero del meñique. ¡Caray, dos eñes seguidas! Uñero, meñique, muñeca, maño, moño, coñ… ¡Uy! Esta palabra rima, pero en otro contexto. Aquí no la pongas. Hazme caso.
Los sábados se los toma con calma. Se levanta a una hora prudente. Aún le quedan dos días y medio de vacaciones. ¡Cómo pasa el tiempo! Entre la baja y sus quince días de fiesta, ha tenido tiempo para toser como un jabalí y descansar todo lo que ha podido.
Se regaló un piano para navidad y casi cada día practica, como mínimo, una hora. Si está inspirado, consigue conectar con las teclas dos o tres horas, igual que hacía cuando era joven y estudiaba en casa.
Su madre, desde la cocina, seguía la melodía y de vez en cuando se oía una voz que decía: —repite porque creo que te has equivocado. Y se había equivocado el tío. Mamá tenía un oído espectacular para distinguir las cagadas de las buenas notas (musicales). Las del cole acostumbraban a ser cagadas directamente.
Sabe que tocar un instrumento requiere de un gran sacrificio, insistencia y repetición. Repetición es lo que los vecinos temían, pero Lucas, con toda la prudencia del mundo, se compró unos auriculares para no dar por saco. De esta forma puede tocar a cualquier hora del día o de la noche, sin interrumpir el descanso vecinal.
Este Lucas es más listo de lo que él mismo cree. Se lo he dicho por activa y por pasiva, pero no me hace caso. Él se lo pierde.
Todos los que le conocen saben que es un crack. Todos menos él.
Hace unos días se encontró con una amiga a la que no veía desde hacía una eternidad. Recordaron viejos tiempos y se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común.
—¿Dónde has estado todos estos años? —Le preguntó Lucas con cara de asombro.
—Siempre he estado ahí. El problema es que no coincidimos en el espacio. —Le comentó ella con la mirada perdida en su mirada.
Como todos los encuentros fortuitos, los dos amigos quedaron en verse otra vez porque el tiempo no se detiene y las oportunidades solo se presentan una o dos veces en la vida. Así que, mientras puedan, procurarán quedar una vez a la semana, como mínimo. Si la cosa se tuerce, tendrán que espaciar los encuentros, pero eso está por ver. Nunca se sabe.
Ahora ha de salir a comprar tres cosas. Los sábados los emplea para comprar las dos o tres cosas que se olvidó durante la semana.
—Por cierto Lucas, ¿no me dijiste que hoy ibas a pintar la barandilla? —Acuérdate que las ramas que te llevaste de la playa se han de tratar con barniz, a no ser que te importe un pimiento que se estropeen.