Después de muchas consultas a la página oficial del Tiempo, este 11 de enero estrenábamos, por fin, la temporada de esquí.
No teníamos muy claro si haría un día infernal o no. Contábamos con bastantes probabilidades de encontrar niebla, frío y un poco de nieve en la carretera. Suerte de la pericia del piloto. Es mi ídolo.
Al ser el primer día, debíamos pasar primero por las oficinas para recoger y activar los forfaits de la estación.
El «pericias» me dijo que con subir cinco jueves, amortizaríamos el forfait. Espero que no haya ningún contratiempo.
Para no haber nevado mucho, la estación estaba bastante aceptable. Los equipos de mantenimiento se lo curran mucho. Ahora solo faltaría por resolver un pequeño detalle: quitar las piedras, esas que te hacen pupa.
Aunque no estaba al 100 %, hemos disfrutado de lo lindo. Eso sí, nos faltan piernas, sobre todo una de las mías que está bastante maltrecha.
Antes muerto que sin nieve. Gracias al ungüento que preparé la noche anterior con crema de árnica, pude salvar la subida. Ya lo pagaría, seguramente por mi impaciencia, durante el resto de la jornada.
El impaciente
Sobre las once hemos ido, como alma que le persigue el diablo, a la cafetería de siempre. Dos bocatas de butifarra de Girona, cerveza, Coca-Cola y un cortado. Estos ingredientes no pueden faltar en una jornada de nieve.
El día ha transcurrido sin ningún percance. A nuestra edad, cualquier porrazo dura más de un mes. Poca aglomeración de gente en los remontes ha permitido subir un montón de veces y bajar otras tantas.
Nos hemos atrevido, pese al mal tiempo en la cumbre, alcanzar la cota más alta. Suerte que la cabeza no solo sirve para llevar pelo; hemos usado los sesos para valorar que se esquía mucho mejor a media altura gracias a los árboles. Te protegen del viento, la niebla y cuidan la nieve.
Al tener ya una edad, una retirada a tiempo puede ser un gran triunfo. Sobre las 13:30 hemos decidido parar. Por ser el primer día nos hemos dado por satisfechos.
El próximo jueves seremos tres humanos. Hasta entonces, no te podré contar nada.