En casa, los tres personajes que en ella habitan, de una forma u otra, tienen una dolencia particular.
A la nena le llora el ojo hace días. Genera unas legañas de dos kilos que, buenamente, Lucas se las retira con una gasita o, si no tiene nada cerca, con el mismo dedo. Eso sí, antes se ha lavado las manos.
Eso solo ocurre cuando tiene el cien por cien de seguridad que la va a pillar, porque esta nena es más escurridiza que el mago Pop.
Al nene, de vez en cuando, le sangra un colmillo, seguramente fruto de la edad. Lo que no tenemos muy claro es el motivo. Ya perdió uno hace tiempo y se montó un cristo del copón.
A Lucas, tal vez cuando cambia el tiempo o cuando hace tiempo que no le toca las narices, el romboides se resiente. ¿Será por las posturas que adopta o por la edad del músculo.
Si algún día secuestraran a uno de la pandilla, creo que en vez de pedir un rescate, los secuestradores les darían dinero para que lo invirtieran en el veterinario o en el fisioterapeuta, según se trate del humano o los peludos.
Hoy, por suerte, hemos amanecido sin dolencias aparentes. Esperemos a ver cómo se desarrolla el día y tal vez cambiemos de opinión.
Seguiremos informando desde la trinchera.
Es lo que tiene ser «los tres mosqueteros».