Después de cambiar siete veces de domicilio, Lucas se instaló en su última casa en enero de 2018. Desde entonces, una de sus habitaciones ha tenido bastantes usos. Un almacén puro y duro en el que guardó todas sus pertenencias durante un par de meses mientras pintaba el resto; el pseudo armario en el que guarda sus accesorios de deporte: bicicleta de montaña, cascos para la moto, el esquí y la bici; una sala de masajes con su camilla, aceites esenciales, ventosa, tallas para cubrir a sus pacientes, calefacción y zapatillas de esas que te llevas de los hoteles; otra vez un almacén para aparcar algunos días los cartones que se lleva la selectiva dos veces por semana, etc.
Hace un mes aproximadamente, decidió convertir esta habitación en una especie de chillout o sala de relax. De sala de masajes a sala de esbarjo no hay mucha diferencia, a excepción de haberla convertido en una sala de cine.
Aprovechará para redecorar, otra vez, la salita. Dos lámparas de suelo, una alfombra, dos butacas o en su defecto algo para sentarse o espachurrarse cómodamente. La pantalla, el reproductor y centenares de pelis aguardan en cajas de cartón,
Estos días de vacaciones, tiene bastantes cosas que hacer (ya veremos). Pintar unos bajos de la cocina con pintura anti-humedad, cambiar los cajones de madera (están podridos) por otros nuevos que le llegarán la semana que viene, arreglar la salita para dejarla a punto, retomar el hábito de ir en bici (no la toca desde mayo), entrenarse para la nieve (que los dioses escuchen sus plegarias) y poco más. ¡Ah!, sí. Se me olvidaba, tocar el piano con tranquilidad, como viene haciendo desde hace un año. Estoy muy contento de que haya vuelto a estudiar. No lo hace tan mal el muchacho.
Un día de la próxima semana se irá de excursión al otro pueblo. Ha de comprar sábanas con cuatro puntos de ajuste, dos almohadas y alguna cosilla más.
Todo sobre la marcha; nada de prisas ni miradas furtivas al reloj para saber cuánto le queda para ir a currar. Durante unos días, aparcará el uniforme, las llaves, el móvil con GPS que sabe dónde está en cada instante, las charlas con los transeúntes de la Vila, los recados urgentes para ayer, los madrugones y también las apretadas del stop de la alarma con ese pensamiento inocente de «lo paro un momentico y me levanto».
Cuando finalicen sus vacaciones ya te contaré qué ha acabado de la lista de tareas.
Ahora te dejo. Es nuestra hora de música.
Nos vemos pronto.