Muertos entremedio

Lucas y Sofía, de pie, uno frente al otro, mantenían una conversación muy distendida. Hablaron de todo un poco, como llevan haciendo desde hace bastante tiempo. Menos de política, diría que han hablado de un montón de cosas, incluso de la logística de Mercabarna.

—Sí, sí, lo que yo te diga. El trasportista que conozco, entrega el mismo género en casi todas las tiendas del pueblo. Te doy un consejo: ves al más económico porque la calidad es la misma.
—Muchas gracias por la información, Sofía. Lo tendré en cuenta. No está el horno para bollos.
—Por cierto, ¿sabías que las sandías aquí al lado, están a precio de barril de Brent? El otro día compré en el mercado siete u ocho cosas distintas y el total del recibo era menor que la sandía que te indicaba.
—Te lo dije o no te lo dije: -vigila bien los precios porque allí se pasan tres pueblos-.

Lucas y Sofía un día de estos, tienen pendiente un aperitivo para conversar sin tener muertos entremedio.

No trabajan en la funeraria. No son médicos ni asesinos a sueldo. De hecho, Lucas, como ya sabes, trabaja en medioambiente. Sofía, en cambio, tiene que gestionar cada día con finados. Eso sí, los que nadie quiere, les da cristiana sepultura. Lo de cristiana es una estructura gramatical cogida con pinzas porque podría decirse perfectamente «les da ortodoxa sepultura», «Krishna sepultura», «árabe sepultura», etc. Tienen paridas para dar y vender.

Alguno de los puntos en común que comparten son la música clásica, los monólogos, el humor negro, la lectura, la escritura y los temas picantes.

—¡No te lo vas a creer! El otro día hice arroz con setas y se me fue la mano con la pimienta verde y los pimientitos de Cayena que picaban como su puta madre.
—¿Y no se te cauterizó la herida de la boca que te hiciste el martes? Recuerdo tus palabras «me pegué un bocao en la lengua que vi las estrellas durante nueve segundos».
—Lo de los nueve segundos no lo llegué a entender. ¿Por qué nueve y no once o siete?
—Que yo sepa, acostumbramos a decir «en un segundo de nada» o, últimamente, «en cero coma».
—¡Ostras, sí! Qué expresión más absurda. ¿No crees?

En el comercio de proximidad entraba otro cliente y Lucas, con mucho disimulo, se despidió de Sofía hasta la próxima.

—¿Lo llevas todo? ¿Quieres alguna cosa más?
—No. Gracias. Eso esto amigos…

Muertos entremedio

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