Muerte en un banco

Cada día alguien muere en alguna parte del mundo.

No sé si las guerras son la principal causa de muerte, también lo son las enfermedades, los accidentes de circulación, y no nos olvidemos de los suicidios o los asesinatos.

Desgraciadamente, es inherente al ser humano que ocurran estas desgracias, salvando por supuesto los temas de salud.

Lo que me parece muy triste y lamentable son esas muertes que se producen cada día por desidia, dejadez o por abandono.

Leía hace unos días que encontraron a una mujer muerta en un banco. Estaba estirada, parecía dormir, pero en verdad había muerto hacía horas.

Los transeúntes pasaban a su alrededor sin inmutarse. Veían a una mujer estirada y no le hicieron el menor caso.

Estamos demasiado acostumbrados a ver personas tumbadas en un banco de la calle. Homeless que no tienen donde instalarse, borrachos que no pueden con su alma o viajeros que se estiran en cualquier sitio para echar un sueño.

¿Qué le ha pasado al ser humano? ¿Dónde queda la empatía, el amor al prójimo, la solidaridad, el auxilio?

Personal del servicio del TMB se acercaron a ella, intentaron despertarla pensando que dormía. Al ver que no se movía, temieron lo peor. Casualmente, por la calle pasaba una muchacha que se acercó al grupo, diciendo que era médico. Le tomó el pulso y no hubo respuesta.

El personal llamó al 112.

Parece ser que la mujer llevaba muerta más de cuatro horas.

En el banco se habían sentado a su lado, desde primera hora, turistas y gente que deambulaba por los alrededores. Nadie, absolutamente nadie, se percató de la situación o simplemente no se interesaron por ella.

Seguro que más de uno pensó: mira, otro indigente que duerme en cualquier lugar.

Pues no. No dormía. Bien mirado, sí dormía, pero el sueño eterno.

El que escribe se pone en la piel de esta mujer. ¿Tenía familia? ¿Cómo llegó a esa situación? ¿Deshaucio, viudedad, mala vida, drogas, abandono? Qué más da.

Ahora no la reclamará nadie. Será una anónima más en este mundo tan individualizado.

Deberíamos meditarlo a fondo y pensar que algún día en ese lugar podríamos estar nosotros.

¡Qué va! Eso no se piensa. Uno cree que es inmortal, que no nos pasará jamás… hasta que pasa.

Pido un minuto de silencio por ella y por todos los desconocidos que acaban su vida en un lugar solitario, lejos de los suyos o tan cerca que no podríamos ni imaginarlo.

Que descansen en paz.

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