Cuando te trasladas de vivienda o despacho por el motivo que sea, tienes la opción de alquilar una furgoneta, un camión, contratar a alguien o usar tu propio vehículo (el que lo tenga) para hacer las mudanzas.
Si dispones del capital suficiente, contratas a esas empresas que tratan con cariño tus pertenencias como si les fuese la vida en ello (es lo que tienen los seguros por si las flys). Si no tienes tanto poder adquisitivo, una opción interesante es alquilar una furgoneta, si tienes poco que trasladar, o un camión si tienes cinco mil trastos que mover de un punto A a otro punto B.
La hermana de Lucas, pidió ayuda para trasladar del piso temporal a su casa (estaban haciendo obras) algunos contenedores de plástico. El día uno de abril debía abandonar el temporal porque si no le cobrarían otro mes entero.
—¿Cuándo dices algunos, a qué cantidad te refieres? —Le preguntó Lucas con cara de asombro.
Es cierto que no eran tantas cajas, pero de mudanzas, ya te digo yo que no lo son. Esas cajas, seguramente, de procedencia china, como casi todo, te dejan las puntas de los dedos machacadas porque los asideros son una caca. No caben bien y, cuando llevas más de dos viajes a pie, se te empiezan a dormir.
Deberían rectificar el título de la etiqueta de esas cajas-contenedor cuando los vas a comprar. No son cajas para transporte. Son únicamente cajas para guardar cosas. Y si no, díselo a los dedos del transportista.
—Seis cajas más y lo tenemos listo. —Le dijo por lo bajini la hermana al hermano.
—Venga. Un esfuerzo más y lo tenemos listo.
Esa tarde Lucas no pudo estudiar piano. Tenía las puntas de los dedos al jerez. Mañana será otro día.
Creo que se han acabado las mudanzas por una temporada. Ahora toca recuperar el tacto y seguir con Bach. Se le ha atravesado algún que otro compás y ahí anda, de puntillas, para no despertar al gato.