Mordisco

Hace tiempo que cambiaste los horarios de las cosas. Ya no comes ni cenas a tu hora* porque la nueva tendencia es hacerlo todo al revés.

Trabajar de noche te ha supuesto cambiar los hábitos.

Te levantas más tarde. No mucho, pero lo suficiente como para descansar un poco más de lo normal.

El desayuno se junta con la hora del aperitivo.

Diría que la comida y la cena se mueven en la misma franja horaria, siempre y cuando no sea festivo, como hoy domingo, que te has preparado cualquier cosa**.

Tenías tanta hambre que, en un descuido estúpido, te has seccionado parte del interior del morro superior.

Ese mordisco que no te lo esperas; ese que, en vez de morder y masticar un sabroso macarrón, bañado en crema de roquefort, ha servido para desangrarte como un cerdo, por culpa de las prisas y del Sintron.

De las prisas porque iban pasando los minutos y esta tarde tenías una video con un cliente y del Sintron no hablaré porque me parece bastante obvio.

Has acabado de comer macarrones bañados en salsa roquefort y sangre A Rh negativo.

La pera, ensangrentada. El café de después, ensangrentado.

Mientras hablabas por teléfono con tu hermana para comentarle unos chismes, te has dado cuenta de que el morro, por la parte interna, seguía sangrando.

No le has dado la importancia que podría merecerse y finalmente has tenido que recurrir al truco del algodoncito rociado con ron Negrita que, aunque no te ha servido de mucho, al menos estaba buenísimo.

Puede que te siga doliendo el mordisco, pero el ron se lo merece.

Por cierto, no busques en este escrito explicaciones para los asteriscos. Los he puesto para escribir notas explicativas y se me ha olvidado para qué porras los había colocado.

La culpa es, seguramente, del algodoncito.

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