Trabajo a 20 km de casa, si voy por la autopista y a 26 si es por carretera.
Un detalle importante: el horario es de 21:45 a 04:00 h. Eso significa que hace un frío que pela. Sobre todo en invierno, claro.
Al no disponer de lata (coche), me desplazo en moto.
Otro detalle: si hace frío y vas en moto, lo mejor es ponerse, aparte de la equipación reglamentaria, algunas capas encima. Recuerdo que hace mil años atrás, alguna vez me había puesto papel de periódico debajo de la chaqueta que, aunque parezca mentira, calienta un huevo, y si no, fijaros en aquella pobre gente que dormía al raso y se tapaba con un ejemplar.
De la inclinación política para seleccionar qué periódico usar, no entraré en detalles; la Vanguardia, el País, el ABC, el Heraldo de Aragón, etc. Eso sí, os puedo dar un consejo: cuanto más grande sea, mejor. De esta manera, te puedes tapar más trozo.
Actualmente, ya no utilizo el periódico para taparme. Básicamente porque las noticias las leo en el móvil, la tablet o el ordenata y llevarme alguno de estos objetos para taparme en los recorridos nocturnos, sería un poco complicado.
Así que la mejor opción es ponerse varias capas. A este sistema se le llama «en plan cebolla», pero, en mi caso, ya que salgo vestido con el uniforme reglamentario, mi equipación es la siguiente:
- Pantalón reflectante
- Cinturón (porque las tallas son muy grandes y no hay manera de encontrar la mía)
- Jersey de manga larga (debajo)
- Polo de manga corta reflectante (he de bajar al vestuario a buscar algo de manga larga)
- Polar de la empresa para no congelarme
- Buff (que no es una expresión, sino una braga o pañuelo de cuello afelpadito)
- Chaqueta de invierno de cordura
Justo en ese momento y delante del espejo para revisión, es cuando pienso: —coño, parezco una morcilla.
- Pantalón de lluvia, grueso, por el frío, més aviat…
- Zapatos reglamentarios con punta dura (son feos pero incómodos)
Con todo eso puesto encima estoy más cerca de parecer una morcilla de Burgos que un motorista experimentado. Pero lo prefiero así porque al vivir al ladito del mar, la humedad que hay se te mete por todas partes menos por una y ésta no la voy a mencionar.
Así que, en cuanto acabe de cenar que ya voy tarde, como si se tratase de un ritual chamánico, me voy encasquetando pieza a pieza todo lo descrito anteriormente y me voy al curro.
Salgo de casa en dirección al parking y camino como si llevase una armadura.
Mientras va calentándose la moto, hago algún que otro movimiento —más que de relajación, de recolocación— y me pongo en marcha.
Evidentemente, a la vuelta hago la misma historia, pero no hace falta que os lo explique.
Ya está. Os dejo que anem tard.