Moquillo

No es el nombre de una mascota aunque podría serlo. ¡Ey! Moquillo, ven aquí…

Despedí el año con moquillo y le he dado la bienvenida al nuevo con moquillo. Decidí tener a mano un rollo de papel de WC porque me salía más a cuenta que uno de cocina. El primero es más fácil de colocar en cualquier sitio, incluso bien doblado, cabe en el bolsillo de mi sudadera y creo que, además, absorbe mucho mejor que los famosos rollos de cocina. Éstos últimos, son un rollo.

Casi prefiero, de vez en cuando, dolor de cabeza antes que tener todo el día la nariz operativa. La tengo roja de tanto sonarme. Y lo más curioso del caso es que, una vez te suenas y has tirado el papel a la basura, vuelve a aparecer, por arte de magia o de la gravedad, ese moquillo que, en forma de rocío, pero no jurado, resbala por las narices. Hasta las narices me tiene.

No puedo hacer dos cosas a la vez. Masticar y sorber, beber y sorber o simplemente hablar y sorber. Queda bastante mal y es muy desagradable mantener una conversación con un «mocoso» productor de moquillo.

Tampoco es compatible estar pensando en lo que escribo y sorber. Escribir y sorber. —Un momento, por favor. Estoy esperando un estornudo por culpa del moquillo…

Ostras. Casi se me saltan las gafas.

Acabo y me sueno.

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