Migración

Y con esta, ya van cinco.

¿Cuántas veces algunos clientes han cambiado, gracias a consejos sabios, de proveedor de internet?

La tecnología avanza más rápido que el deshielo.

Allá por los años 90, concretamente en 1996, internet funcionaba a fuego lento.

Desde modems de 28, 56 o 14 k, en aquel tiempo a cable óptico de tropecientos megas, han pasado más de 25 años.

Antes, las webs, eran lo más parecido a una redacción hecha por un elfo con sobredosis de hidromiel.

Un texto que los primitivos navegadores entendían, pero solo bajo los efectos de la destilación de amapolas salvajes.

Ahora, todo es más fácil o al menos, más rápido. Y espera a que se instaure el Metaverso (una especie de mundo Avatar).

Evidentemente, sin tener ni idea de cómo funciona, pero con la certeza de que los navegadores ya no necesitan emborracharse para interpretar el código fuente con el que están hechas las webs…

Esto es una previa que no tiene nada que ver con la migración, pero estaba inspirado.

Las empresas servidoras de hosting y correo, también han pegado un pedo desde aquellas épocas primitivas. Faltaría más.

Máquinas más potentes, más seguras. Con firewalls de la hostia que, en teoría, ni el Equipo A podría reventar.

De vez en cuando, sale en la prensa, que un marrec (un muchacho de trece años) se ha saltado todos los protocolos de seguridad y ha entrado en la CIA para dejar tres mensajes en la bandeja del almuerzo del superjefe de operaciones.

Ser un hacker de renombre es el equivalente a un asaltador de caminos de la época de Curro Jiménez. Tipos que marcan una leyenda. Tipos que hacen apuestas para ver dónde se cuelan.

¡A ver quien la tiene más gorda!

En los diferentes servidores por los que han pasado esos clientes, ha habido invasiones bárbaras, ciberataques y demás hierbas. Cosas que parece que únicamente pasan en las películas. Pero las pelis se basan, más bien, en hechos de la vida real.

En breve, otro de los clientes que hasta ahora gestionaba, se va. Se marcha a otro lugar. Migra. Emigra.

La vida tiene eso. La gente se mueve. Entonces, ¿por qué no pueden hacerlo también las webs y los correos electrónicos?

—¡Ey! Que sepas que me voy. Te dice alguno. Aunque la mayoría de las veces te enteras por casualidad.

Otros, como es la base de este escrito, ni eso.

Les haces una llamada de cortesía para recordarles que pronto vencerá el contrato anual.

Sorpresa.

—¿Sabes? A partir de ahora, me lo llevará otro tipo.

Algunas veces, hay que dejar ir para avanzar más rápido. Depende de qué cliente, te frena más que una piedra de seis toneladas, atada al cuello con una cadena de váter.

Es mejor ir ligero de carga.

—Ok. Me parece bien que hayas decidido marcharte. Cap problema (es una frase muy típica mía). —Apa. Bon vent i barca nova.

Este finde haré limpieza en el calendario. ¡No veas cuántos post-its he de tirar a la basura, con recordatorios de fin de hosting!

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