- Ombligo del mundo.
- Prepotencia.
- Egocentrismo.
- Avaricia.
- Egoísmo.
- Ambición.
- Soberbia.
- Codicia…
Conceptos que definen lo estúpidamente ambicioso que puede llegar a ser un humano, que quiere lo suyo y lo del vecino.
Incluso ambiciona el universo.
¿Por qué? ¿Para qué?
Todos tenemos fecha de caducidad.
¿Por qué queremos lo que otros tienen?
¿Está grabado a fuego en el ADN de esta raza?
Y, ¿para qué lo queremos, si al final nos iremos con lo puesto?
El telescopio James Webb, nos demuestra cada día, que somos diminutos e insignificantes, como seres, como raza, como inquilinos de un planeta que es diminuto e insignificante, comparado con todos los inquilinos del universo.
Nos creemos grandes y, sin embargo, somos tan pequeños como un granito de arena en el desierto más grande.
Nos aferramos a lo que es nuestro y deseamos lo del vecino. Lo queremos todo, pero al final, nos iremos sin nada.
En el otro lado, no pueden acumular territorios y riquezas.
Equipaje, el justo.
Te recomiendo un ejercicio muy saludable para el cuello, la columna y la humildad.
Estira bien la columna y el cuello hacia arriba. Observa con detenimiento el cielo, una noche despejada, en la que miles de estrellas parece que se te vayan a caer encima. Activa esa parte del cerebro (quien la tenga), esa zona que sirve, entre otras cosas, para pensar y que nos demuestra, constantemente, que no somos nada.
Nada nos pertenece. Estamos de prestado. De paso.
Somos un granito de arena. Únicamente, un granito.
Esa lista define las ‘cualidades’ de alguien realmente insignificante.