Aunque duró menos de dos meses, creo que fue mi primer amor de adolescencia.
Una muchacha morena de piel, no sé si por su pigmentación o fruto de tantas horas de sol.
Acostumbrábamos a hacer el mismo recorrido. La iba a buscar al instituto Montserrat y después, dando un paseo, nos pasábamos una hora en el pub Coffee Pot, de la calle San Elías, cerca de su casa.
En ese entrañable lugar tocaban música en directo, pero los besos nos alejaban miles de kilómetros de allí.
A la hora precisa la acompañaba a su casa hasta la próxima vez.
Lo nuestro duró muy poco. No solo se vive de besos.
Gracias a Tona conocí al resto de la familia. De hecho, fue Tony, mi buen amigo, quien me la presentó.
Siempre recordaré con cariño los sarcasmos de su padre, la paciencia de su madre, con tanta criatura por la casa y los quilombos que se montaban en la calle Copérnico.
Después de muchos combates cuerpo a cuerpo, Tona perdió su última batalla, pero luchó hasta el final como una Sancho.
Juan y Clara, sus padres, fueron a buscarla este jueves pasado para patear un nuevo camino, ese que recorreremos algún día con dignidad, calma y mucho amor.
Te recordaré siempre como mi primer amor de adolescencia.
Precioso y entrañable escrito.
No hay que añadir nada.