Aunque es la especie más avanzada de todas, la que tiene más capacidad intelectual, científica, cultural, con más medios a su alcance para investigación y desarrollo, para construir sofisticadas máquinas de transporte, aparatos médicos, telescopios y microscopios, etc., sigue sin saber cuándo va a morir. Cuan cerca está su final.
En la rutina de mi trabajo, desde hace tres o cuatro noches, en el mismo punto de la misma calle, me encuentro, acurrucada en el escalón de una portería, una paloma que lo sabe.
Se mueve lo mínimo, seguramente, para no gastar las pocas energías que le quedan. Sabe que lo sabe. La cuestión que me pasa por la cabeza es que nosotros no lo sabemos.
¿Cómo sabe un animal cuando ha llegado su hora? ¿Por qué se retira a un rincón para que nadie le moleste o, simplemente, para no estorbar?
Mi teoría es que ellos siguen conectados con el Todo, con el púlsar de la vida, de la naturaleza. Saben, sin saberlo, cómo funcionan los ciclos de vida y de muerte. Saben leer las señales que el universo les envía.
Los humanos, con su ajetreada vida de ombligo, con sus excusas para no pararse a contemplar el mundo en el que viven, con sus prisas, hace tiempo que desconectaron de la red invisible de la naturaleza, en la que reside toda la información.
Los animales, en cambio, nunca se desconectaron. Ellos, sí que están más avanzados que nosotros. Ellos sí que saben cuándo les llegará su momento.
Y cuando llegue, tendrán la humildad para retirarse a un rincón y dejar paso a otros más fuertes que ellos. Tendrán la valentía para aceptar que ha llegado su momento y la ternura para acurrucarse sobre ellos mismos y esperar, con serenidad, el momento en que sus pequeños corazones dejen de latir.
Justo en ese momento, nosotros, seguiremos sin saber nada.
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Profunda reflexió, la comparteixo i empatitzo amb silenci i tendresa.
Gràcies!