Limpieza digital

De vez en cuando, está muy bien hacer limpieza digital.

Guardamos, al menos yo, infinidad de porsis en el disco duro, en la nube, en los almacenamientos externos como los DVDs, Cds, USBs, memoria flash, etc.

A menudo, dedico más de una tarde a revisar que puñeta tengo guardado en aquella carpeta titulada «esto-lo-guardo-porsi». El problema es la memoria, la mía. Debería poner un título descriptivo a las carpetas según su contenido. Lo empecé hace mucho tiempo. Pensé para futuro que cuando pasen los años, sería un problema recordar que habría en la carpeta con ese título de mierda.

Una vez localizada y abierta, te das cuenta de que un montón de ficheros están hechos con APPS antiguas, programas que se dejaron de hacer en el Cretáceo digital y que ahora, veinte años después, no las abre ni el abrelatas.

Dreamweaver, Muse, PowerPoint, Aldus PageMaker, CorelDraw… ¡Hostia consagrada! Qué tiempos aquellos en que los frikis de entonces lo hacían todo con el CorelDraw; el programa más horroroso del mundo para filmar algún documento. No era horroroso, sino lo siguiente.

Por suerte, por el camino se han ido estropeando periféricos. De lo contrario tendría millones y trillones de datos para revisar y no acabaría ni en cinco vidas.

Dos terabytes dan para mucho. Tenía que darme prisa. La suscripción del Dropbox caducaba ayer y debía descargarme un puñado de ficheros. Suerte que la experiencia es la madre de la ciencia y empecé con las mudanzas hace una semana.

Esta no hace falta, esta otra la guardaré de momento, esta, a ver… esta la meteré en el USB de 64 gigas que tengo en el cajón.

¡Coño!, pero si lo tengo a reventar de videos. ¡A ver! Ostras, no me suena nadie.

Haciendo un poco de memoria recordé que lo había usado para descargar un montón de ficheros del portátil de mi hermana. Se le había estropeado y necesitaba grabar en un soporte externo todo lo que pudiera. Y, de ahí, el USB lleno.

La nube, para lo que gasto en gigas, me va de rechupete. Con la de Google Drive tengo más que suficiente. Doscientos gigas para guardar texto, fotos y copias de seguridad de mi blog, dan para mucho.

He pasado de pagar una suscripción anual de 120 € por el Dropbox a 30 € del Drive. Y con doscientos gigas tengo lo que necesito. Eso sí, tendré que controlar qué guardo y para qué.

Tengo dos amigos que no tiran nada y ya van por el disco duro externo número veinte. El día que tengan que hacer limpieza digital se van a cortar las venas.

Te dejo que aún me quedan dos USBs más y estoy por tirarlas a la basura directamente. El pretexto perfecto para comunicarle al cliente de turno es: «lo siento mucho; hubo un sobrecalentamiento en las redes y se fundieron los plomos».

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