No soy un experto en productos alimenticios, pero diría que si en la etiqueta pone Leche fresca procedente de las vacas recién ordeñadas en los pastos del Naranco de Bulnes, he de suponer que es leche fresca que caduca en tres días, a lo sumo.
Lo que es absolutamente increíble es que caduque el 9 de junio. Hoy es 12 de mayo. ¿Fresca? ¿Seguro?
¿Qué parte del eslogan esconde el secreto de la eternidad o alguna fórmula que desconozcamos, que permite a la Leche fresca aguantar, sin que se corrompa, hasta veintiocho días?
Cuando era joven, me gustaba ir a Granjas la Catalana, situada frente a la escuela, en la Rambla Catalunya. Pedía un vaso largo con leche fresca, espolvoreada con canela. ¡Qué recuerdos! Qué buena estaba aquella leche. Ramón, el camarero, me decía que se bebía tres o cuatro vasos al día. No me extraña.
Ahora que nombro a Ramón, me ha venido su cara a la mente. Tenía un labio leporino, creo que se dice así. Depende de qué palabras pronunciara se le escapaba el aire y nos hacía reír.
Si la Leche fresca dura tanto, ¿qué podríamos hacer con el fin de semana para que durara más? ¿Te imaginas que echándole unas gotas al reloj, los dos días se convirtieran en seis, por ejemplo?
Acabo de mirar la hora y me ha sorprendido que hace un ratillo eran las doce. Ya son las dos de la tarde y no he preparado aún la comida. Siento interrumpir el relato, pero no tengo tiempo para más. Quizás otro día me extienda con esta y otras ideas surrealistas que se me ocurren mientras bebo un vaso de Leche fresca procedente de los laboratorios secretos de la CIA…
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