Parece mentira la poca memoria que tenemos los humanos. Recuerdo al principio del confinamiento que las mascarillas estaban casi al precio del barril de Brent, parecido a un zumo de naranja en un bar. Mascarillas desde luego porque más baratillas no eran ni de lejos.
Es una pena que, meses después, la gente las abandone en la calle, que por lo visto, es donde mejor están. Digo yo, por la cantidad que me encuentro por todas partes.
Recuerdo que habían llegado a costar más de 8 €. Y no la docena, no. Cada una. En un país donde el robo y la especulación son el deporte nacional, no eran de extrañar esos precios. Por aquel tiempo, no recuerdo haber visto tantas por el suelo. Incluso, me atrevería a decir que ninguna. Las trataban como un tesoro. Seguro que llevaban a cuestas más de dos y tres lavadoras.
Ahora que cuestan menos que un café en un bar de chinos, te las encuentras en cualquier sitio. Yo que soy caminante, las puedo encontrar detrás de los matorrales.
Estoy por salir a cazar mascarillas. En cuanto llegue a casa, todas a la lavadora, con un programa bien caliente para eliminar todo bicho viviente. Y cuando vuelvan a subir, según el índice Dow Jones, revender las máscaras más caras. Diría que 6,50 € es un buen precio de salida.
Lo que saque, lo invertiré en investigación para el covid.