Cuando hace calor, Lucas baja poco a comprar. Si no hay más remedio, se va y punto. Haga calor o no, pero si lo puede evitar, mucho mejor.
Hoy tocaba visita médica. Ya que había muchas posibilidades de sudar, aprovecharía ese rato para ir a la tintorería, al colmado, a la pescadería y de paso, al lotero.
¡A ver si hay suerte!
—Me llevo un bote de espárragos de Navarra, una lata de foie (por llamarlo de alguna manera), estas cerezas y… ¿Qué tal salen los melocotones? Vale.
—Esto es lo mío.
—¿Querrás ticket?
—No, gracias. No hace falta.
Pues sí, en esta ocasión hubiera hecho mucha falta. ¿Cómo sabrán los del colmado cuánto le tendrán que devolver a Lucas por los melocotones?
Menú para hoy: lubina a la plancha con espárragos de Navarra, unas aceitunas de acompañamiento (por cierto, qué buenas son esas aceitunas, por favor), una cervecita Moritz y de postre, ese melocotón que te está diciendo: cómeme, cómeme.
Lo pelas por si acaso la piel contiene pesticidas. Está a la temperatura ideal. Abres la boca, te llega un olor a melocotón de verdad, como los de antes (cuando eras pequeño, tu madre recibía de sus primas de Calanda, unos melocotones de quitarte el sombrero), hincas los dientes, arrancas un trozo de melocotón y el resto lo dejas en el plato.
—Coño, ¿qué es eso que se mueve?
No te dio tiempo de escupir el trozo que tenías en la boca. Se fue todo por el gaznate. Incluida la otra mitad. El trozo que quedó en el plato tenía huéspedes. Una especie de tijeretas. Cuentas tres y medio que corrían por el mármol de la cocina. —¿Y la otra mitad, dónde coño está?
Mejor no hacerse una idea. Por su bien.
Durante un buen rato, tenía la sensación de tener algo en la garganta. Se miró en el espejo con una linterna varias veces.
—No veo nada. Esperemos que solo sea una sensación, —meditó Lucas en cero coma—.
Un video y algunas fotos serán las pruebas del delito.
—¿Y ahora, cómo me presento en el colmado diciéndoles que el melocotón en cuestión era la mobile-home de estos individuos?
Hasta las cinco de la tarde no abren el establecimiento. Así que, hasta ese momento, vivirá en una incertidumbre con sabor a tijereta.
¡Glupsss!