Lucas y Diego están disfrutando de su semana blanca. En esta ocasión, Richi no ha podido venir. Dijo que tenía mucho trabajo.
En el apartamento que, con gran acierto, localizó Diego, se reparten las tareas domésticas. A Diego le encanta la cocina. Adjudicada esa parte para él. Lucas no pondría ninguna objeción.
De vez en cuando, Lucas asomaba la nariz por la cocina para coger una cerveza o, discretamente, para investigar qué se cocía por allí.
—Diego, ¿necesitas ayuda?
—No. Gracias. Este es mi territorio; así que te invito a salir de aquí lo antes posible.
Lucas, con la cerveza en la mano derecha y vigilando no hacer algún gesto que agravara más de la cuenta el porrazo que se dio en el pulgar esa misma mañana en una pista negra, pensó para sí que Diego se había parapetado en la cocina.
Todo sea dicho, Diego es un gran cocinero. Esa noche tocaba pata de bicho con patatas, cebolla y tomates al horno. Más saludable, imposible. Hay que reponer fuerzas.
¡Que aproveche!
Describe para de bicho. Pollo, cordero, pavo, seguro que cualquiera estaría buenísima con semejante cocinero.