Ochenta y uno y restando

Lucas no se lo había imaginado nunca. Contar los días que faltan para que lo envíe todo a freir espárragos es una idea que crece desde hace tiempo en su interior.

Aunque se queja de que el tiempo pasa volando, no le importa en absoluto pensar que faltan menos de ochenta días para cerrar definitivamente (sobre el papel) la barraca en la que ha trabajado desde 1994, de una manera más profesional. Barraca es una forma de hablar, of course, porque de barracas, nada.

Entre 1990 y 2006 lo hizo en sus barracas de Barcelona. Por aquel entonces gestionaba su tiempo y su vida con una muchacha. Acabó como muchas historias que acaban con un The End. Cada uno por su lado y que les vaya bien a todos los humanos que compartieron momentos de vida y muerte.

Entre 2006 y 2008 no compartió espacio oficial con ningún ser humano. No era el momento de hacer sitio en el armario de la ropa o el mueble bajo del baño. Solo tenía que fregar sus cubiertos.

En 2008 reapareció en su vida una humana con la que caminó durante ocho años. Bueno, caminar, lo que se dice caminar, no es exactamente así, pero también es una forma de hablar cuando compartes el papel de water, las sábanas, el tenedor, las toallas pequeñas para el bidé y los billetes de avión. Dejaron de caminar juntos en 2016 y desde entonces ha cambiado de barraca dos veces.

Desde ese año hasta la actualidad, su barraca, como la denomina él, es propiedad indiscutible de sus gatos. Él está de prestado. Ocupa un espacio pequeño en un apartamento dirigido y custodiado por felinos.

Le dan permiso para que trabaje, cuando puede, en su cuartucho sin luz exterior, pero muy agradable al tacto, al maullo y al haber o estar.

Este próximo 31, en números romanos XXXI, de diciembre de 2023, si no ocurre algún evento incontrolable, inconcebible, irreconocible e irrefutable, cerrará su penúltima barraca. Los cuatro clientes que aún le quedan en pie saben y sabían que tarde o temprano bajaría el telón. ¿Por qué penúltima? Quizás, por si acaso. Nunca se sabe.

¿Pena?, diría que poca. Por suerte, no es un coleccionista de apegos. ¿Nostalgia? Ahí le has dao. Nostalgia sí, ves. En el fondo es un semental, digo sentimental… ups… Este traductor corrige lo que le da la gana. ¿En qué estaría pensando para escribir semejante majadería?

A partir del año que viene se alimentará de otras historias, de otros momentos, de sus clásicos, de su bici que, por cierto, está acumulando polvo desde el pasado mayo, de su blog, de sus futuros libros, de su family, de sus gatos, de su moto, de su Ibiza, de su tiempo libre que no es mucho, de sus subidas a la nieve (a ver qué pasa este año), de su sueño acumulado, de sus amigos, en definitiva, de sus otras cosas.

De momento, la parte que aún no se ha jubilado lo reclama. En diez minutos sale pitando. Hoy hay cambio de gobierno. Se ha de peinar y lavar los dientes. Ha de estar presente y de cuerpo presente. Respirar profundamente y escoger la papeleta que durante cuatro años los han de representar (perdón por esta expresión que viene: y una mierda como el sombrero un picaór), o cabe la posibilidad de que sí sea representado. Ya veremos.

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