Lucas, casi nunca tiene la posibilidad de acompañar a su sobrino y a su madre al cole. Como que hoy tenía dentista en la capital, se lo ha podido combinar.
Mientras Larry iba a buscar el coche al parking, Lucas, la sobri y el crío «ponían la primera» porque iban un poco justos de tiempo.
A medida que se aproximaban a las instalaciones escolares, que están a las afueras del pueblo, ha podido comprobar en sus carnes, cómo es qué a menudo hay tantas bajas por enfermedades como gripes, constipados, otitis, sarampiones y otras hierbas. Hoy, como buen observador, se ha percatado de que un porcentaje muy alto de críos, madres, padres y algún que otro abuelo, pasan por el mismo túnel que atraviesa la carretera, para entrar en el colegio.
La imaginación de Lucas no tiene fronteras, así que ha visto a centenares de miles de virus, acechando en el túnel. Virus que se cuelgan de la bóveda, como si se tratara de murciélagos, a la espera de las inocentes familias, para atacarlos sin piedad. Básicamente, se dejan caer, haciendo rápel, por la simple gravedad mientras todos los humanos transitan por la trampa subterránea.
No me extraña que incluso el mismo Lucas hubiese enganchado el otro día esa bronquitis del quince que no lo abandonó en toda la semana. Su sobri, de vez en cuando, le comenta que Jordi, Alan, Miquel, Dúnia o Maria, se han puesto enfermos de repente. Incluso han agarrado un virus de «a saber», sus padres y sus abuelos. Total, que todos malos en casa.
Lucas le preguntó si por casualidad pasan cada día por el túnel. A respuesta afirmativa, virus al canto. Así que ahora, si tiene la oportunidad de acompañar algún día a la sobri y al crío, prefiere dar un pequeño rodeo por el exterior. Tampoco se pierde demasiado tiempo. Tal vez, dos o tres minutos, pero seguro que se ahorrará más de dos semanas con mocos.