In out

Te levantas a una hora prudencial porque hoy tenías visita en el hospital. Mamá siempre decía que al médico se va duchado, limpio, mudado y con los dientes cepillados, por si acaso. Así que, a las 9:45 h te pones en marcha. Te calzas las zapatillas; sales de la habitación, no sin antes sacarte de encima de tus piernas al gato. Desde pequeñito, se acostumbró a dormir en la cama y ahí está tooodasss las noches.

La peque es más independiente y duerme donde le place. Eso sí, a media noche también se instala en la cama. Se acerca sigilosamente y se acomoda entre tus tibias.

A las 9:45 h ha sonado, como todas las mañanas, el despertador. Has hecho un poco el remolón. Tampoco te podías columpiar porque el tiempo pasa volando y no era cuestión de llegar tarde a la visita. No te gusta hacer esperar a nadie. Al revés, no pasa lo mismo. Ir al médico del seguro tiene esos inconvenientes.

Café, kiwi. Una espera de diez minutos y alehop. El pack ha hecho su efecto, como de costumbre. Visita al señor Roca. Ducha y dientes. Miras la hora y te sorprende lo rápido que pasan los minutos. Has decidido ir a pie. De esta forma, haces deporte. Ida y vuelta.

Cuarenta minutos separan tu casa del hall del hospital. Hacía calor y has sudado más de la cuenta. Estamos a finales de noviembre y te atreves a ir en manga corta. Como que eres prudente, te has llevado un canguro por si las flys.

—Tenía visita a las 12:30 en Urología.
—Consulta número 12, en el sótano 1.
—Gracias.

Bajas las escaleras, buscas la consulta, te acomodas y en cuatro minutos sale la enfermera. Lleva un listado enganchado en un soporte de plástico. Marca cuatro apellidos. En la sala, éramos cuatro. Cuadran los números.

Te hacen pasar. Entras. Te sientas en una silla plegable. El urólogo te explica todo lo explicable y te pregunta si lo has entendido todo. Dices que sí, pero, por si acaso, le preguntas algún fleco que te ha quedado colgado.

En pocos días te harán unas pruebas un tanto delicadas. Es mejor. Así podrán descartar problemas mayores. Aceptas. Firmas el consentimiento y te despides.

Son las trece y pico y decides tomar un bocata y una birra, en el bar del otro día. Solo de pensarlo empiezas a salivar. La última vez pediste el bocata vegetal.

Estás más rato en el exterior que en el interior. Tardas en llegar a tu destino unos cuarenta minutos. La visita en el urólogo dura escasos diez minutos y se ha estirado porque tenías otras preguntas que hacerle, que si no, la visita hubiese durado un suspiro.

No quieres pensar, pero piensas. No quieres preocuparte, pero te preocupas. Te vuelves caminando. Esta vez, más despacio. A la ida ibas enchufado. Ahora, todo se hace en cámara lenta.

Tienes ganas de llegar a casa para comentárselo a los tuyos y a tu buena amiga. Ella ya pasó por algo delicado justo el día anterior. Al atardecer te envió un mensaje que ponía: «Parece que vienen curvas…». Ya veremos cómo las tomamos.

De momento, lo de afuera está bastante mejor que lo de adentro. Te han recomendado hacer la vida de siempre. —Vida normal. Te comenta el especialista.

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