Imaginbank, la solución en un bank. Ya. Seguro que sí. Eso se lo dirás a todas.
Te lo ponen muy fácil hasta que lo compruebas por ti mismo y te das cuenta de que es una mierda como una olla.
Ya lo dije hace tiempo que eso de las rimas no era lo mío.
No escarmiento. Lo probé en 2019 y hasta que no conseguí que todo fuera sobre ruedas, me costó dios y su madre.
He vuelto a caer otra vez. A finales de 2022 se me ocurrió la brillante idea de darme de alta en Imaginbank.
¿Por qué no me metería los dedos en el recto proceder?
Mi idea era tener una oficina física aquí, cerca de casa. Así no tendría que desplazarme a otras poblaciones en busca y captura de cajeros de mi otro banco, que para más inri, escasean. Creo que localicé dos. Uno a cincuenta kilómetros y el otro, aunque más cerca, no deja de estar a cuarenta kilómetros.
Hoy, principio de año y en mi segunda semana de intentos fallidos al intentar instalar la app de imagin, por fin he decidido enviarla A.T.P.C.
Seguramente, tendré que ir en persona a la oficina para que me borren de aquí y de allá. No sea que, a partir de ahora, me bombardeen con tropecientos mil mensajes publicitarios de «abre esto, contrata aquello o eso de color verde».
En mi pueblo solo hay tres entidades bancarias. A, B y C. De momento, la A la descarto por la razón comentada más arriba. Me rindo. Es una barbaridad y un despropósito.
De las otras dos, B y C, no me fio un pelo, pero alguna tenía que usar. Así que me he decidido por la B. Entras en la web oficial, buscas qué es lo que necesitas. Lo encuentras. Te das de alta. Contando todos los pasos que se activan en pantalla, has gastado, como mucho, cuatro minutos. Te hacen una video llamada para verificar que no eres un boot y, en un periquete, ya formas parte de la gran familia del nuevo banco.
Alehop. Listo.
Mucha gracia no me hace, pero después de los desafortunados intentos de corte de venas, por culpa de lo mal que ha ido la primera opción, es lo mejor que me podía pasar hoy lunes.
Seguiremos informando. De momento, nada más.