En abril me apunté a un curso de Copywriting para anuncios de venta. Tenía la posibilidad de pagarlo en tres veces (90×3+iva). El precio era razonable, aunque un tanto sospechoso, teniendo en cuenta que, prácticamente con las mismas herramientas, el curso general costaba más de 2.000 € con el iva incluido.
Me pregunté por qué tanta diferencia si, más o menos, te explicaban lo mismo. No sé cómo funcionan las políticas internas de los «ponedores» de precios, pero tampoco es de mi incumbencia.
Llevo dos semanas siguiendo en Youtube a una persona que se merece todo mi respeto. No tiene pelos en la lengua y explica, con bastantes detalles, cómo está el candelero (o candelabro como dijo una vez una humana rarita) español en lo referente a cursos online que, por otra parte, han proliferado de un tiempo a esta parte (o quizás debería anotar que no me había fijado tanto hasta el año pasado), como si no hubiese un mañana (frase más que sobada, pero me gusta usarla de vez en cuando).
En uno de los videos, explicaba que hay ciertos vende-humos con los que deberíamos estar muy atentos.
—¡¡¡Hostia santa!!! Pensé, mientras lo miraba atentamente.
Estaban hablando del curso al que me había apuntado en abril (cerral).
Sin pensármelo dos veces y teniendo en cuenta que aún estaba dentro del período de garantía, activé la baja para que me reembolsaran los dineros del primer pago.
Después de unos cuantos emails «amunt i avall» y también algún que otro whatsapp, he conseguido recuperar la inversión.
¿Por qué explico que la he recuperado? Pues porque eso no pasa con todos los cursos en los que te prometen que si no estás satisfecho te devuelven la pasta. Al menos, en este curso, si que la han devuelto. Es de agradecer.
De lo que también estoy seguro es que no voy a confiar prácticamente en nadie más, hasta no haberlo consultado con mi respetable amigo.
Ya vengo escaldado de un mega curso que debía cambiarme la vida para los restos y lo único que ha hecho ha sido cambiarme el estado de mi cuenta bancaria.