¿Cómo lo hacían? ¿Eran esquiadores expertos y dominaban el slalom? ¿O, incluso el wedeln?
¿Cuántas tomas debieron hacer antes de conseguir esos trazos perfectos sobre una superficie blanca?
Desde pequeño los había comparado con esas carreras que hacen dos tipos en paralelo. Tres, dos, uno. Suena la bocina y salen disparados cuesta abajo.
Quien llegue primero gana.
¡No me estaré liando!
No me refería a una carrera de esquí. Ni tan siquiera a una carrera.
Hablo del anuncio de los bolis Bic, que tantos recuerdos me traen.
«Bic Naranja, escribe fino. Bic Cristal, escribe normal. Dos escrituras a elegir. Bic, Bic, Bic Bic Bic».
Aquellas trazadas sobre una hoja inmaculada, sin dejar, en ningún momento, ni una gota de tinta.
Las bolitas de acero que tenían en la punta, se deslizaban uniformemente, sin necesidad de apretar sobre la libreta de cuadritos o rayas, según las inclinaciones de sus propietarios.
Incluso, algunos osados se atrevían con las libretas sin pautas.
Los más freekis tenían en su plumier, cuatro colores a elegir: rojo, negro, verde y azul. Para subrayar conceptos, anotar citas, tomar apuntes o simplemente comerse el capuchón del boli.
Yo, era de los que tomaban apuntes en diferentes colores para ver si, en esa mollera de chorlito, conseguía que se quedara algún concepto grabado a fuego.
Pasaron algunos años entre el Bic Cristal, Bic Naranja, Parker o Inoxcrom, de mis épocas de bachiller, a los rotuladores Pilot o Uni-ball de puntas diversas (negro, azul o rojo), según el cometido al que estuvieran destinados.
Me gusta mucho más su trazada. Fina o normal, según mis necesidades.
Los Bic han quedado en el olvido y para cuatro verdes que encontré no hace mucho en el cajón, cargados de tinta hasta arriba, no hubo forma de que funcionasen. Ni con aliento (otro día investigaré por qué se les echaba aliento); algo parecido a cuando dios le echó el aliento a una criatura para revivirla. Ni destrozando el cuaderno, de tanto frotar la punta, haciendo rayas y más rayas, esperando a que la tinta fluyera por sus venas, sin éxito alguno.
Así que prefiero una buena raya de rotulador que rayarme porque un boli no funcione.