Lucas es un gran aficionado a los tés. Hasta no hace mucho, los compraba en el supermercado de la esquina. Se dirigía con cautela a la sección de cafés, tés, cremas, hierbas en infusión y cápsulas de café, para decidir cuál se llevaría esa semana.
Un día, por ninguna razón en concreto, cuando ya se había plantado frente a la estantería de los cafés, comprobó que el hueco en el que se encontraban los tés la semana anterior estaba vacío. —¿Qué? ¿Dónde están mis tés favoritos? —Le preguntó a una dependienta. Marisa le respondió que al no tener mucha rotación, dejaron de servirles el producto.
—¡Vaya por dios! Exclamó Lucas. Yo los compraba a menudo. Acabó diciéndole a Marisa que, encogiéndose de hombros, le puso una cara de «me sabe mal, pero no puedo hacer gran cosa». Pasado un tiempo, cuando a Lucas se le pasó el mosqueo, decidió buscarlos por internet, como hace a menudo. —¡Eureka! Exclamó otra vez. —Los he encontrado.
Conociendo a Lucas como lo conozco, no se podía conformar con uno o dos potes, no. Se animó y empezó a llenar el carrito de la compra virtual. Seis potes de diferentes clases. Por si las moscas. Por si se queda sin.
Cuando los compraba en el súper, estos potes estaban bien cargaditos de té. Los que le llegaron ayer con un mensajero, no lo estaban tanto. En la foto de la tienda virtual, pudo comprobar que el producto llegaba casi hasta arriba y los que le trajeron, no tanto. Se había creado una expectativa que, en el fondo, no era real.
No es la primera vez que Lucas se crea una expectativa que luego no es lo que esperaba. También le pasa con las mujeres. Antes de conocerlas se monta sus propias cábalas y cuando la tiene delante la cosa cambia. Pero Lucas es así. Demasiado iluso en esta vida de tanto ajetreo. Demasiado inocencio o inocente.
Hace poco, conoció a una hermosa mujer, de esas que quitan el hipo. De las que te hacen girar la cabeza cuando pasan por tu lado. Lucas se prometió a sí mismo no crearse ningún tipo de expectativa, pero lo hizo. No aprenderá nunca. Es demasiado enamoradizo. Hace muchos años que lo conozco y siempre le digo lo mismo: —Protege tu mente. Protege tu alma. Acostumbras a enamorarte de quien no debes. Pero no me hace ni puto caso.
Ya es mayorcito para saber qué le conviene y qué no. A estas alturas de la vida, no creo que cambie y seguirá creándose expectativas de casi todo lo que le rodea y más cuando se trata de mujeres bellísimas.
Dicen que no hay que crearse expectativas, así no te decepcionas. Pero es tan difícil, es como vivir sin ilusiones ni proyectos. Vivir el día a día como si no hubiera un mañana. A mi no me sale. Lo propongo como asignatura en la escuela. Yo soy un caso perdido. Para las generaciones venideras. Suerte.