Como diría, más o menos, el gran Luis Piedrahita: «¿Qué ley azarosa rige en el universo para que unas mandarinas lleven etiqueta y otras no?».
¿Es una cuestión de estatus o, tal vez, poseen unos privilegios que las desetiquetadas no?
La cuestión aparece cuando Lucas se plantea la pregunta del porqué. ¿Por qué mientras se comía una mandarina detrás de otra, se ha fijado en que la primera no llevaba etiqueta y la segunda sí?
Las dos tenían el mismo sabor, el mismo color y forma (de mandarina), incluso un tamaño parecido. Entonces, ¿qué razón existe para que unas llevan y otras non?
Cabe la posibilidad de que las etiquetadas provengan de un linaje aristocrático y el símbolo, la marca, que las distingue del resto de las mandarinas mortales sea, precisamente, la etiqueta.
O quizás sea todo lo contrario. Las no etiquetadas representan un corpúsculo rebelde de las más selectas, las más sabrosas, las genuinas, pero tan humildes que prefieren permanecer a la sombra de una naranja.
Etiquetadas o no, Lucas se ha comida dos. La tercera la ha dejado en el frutero que comparte sitio, por una cuestión de espacio, con los ajos tiernos, las cebolletas y un kilo de judías verdes que compró ayer en el mercado de proximidad.
Me gusta seguir la vida de Lucas! Es casi como seguir un reality de la Tv, como por ej las Kardhasian