Cuando un humano lleva días enfrascado en una conversación intermitente con otro humano de sexo opuesto al suyo, con la posibilidad de que esta charla se pudiera convertir en un avistamiento, basta un pequeño desliz para enviarlo todo a la porra.
Meter los dedos en otro lugar, no siempre es saludable. Y te lo digo yo, que de eso sé un rato largo.
Estaba pendiente, que no ansioso, por recibir noticias de Maria. Le adjunté un texto a modo de presentación y así, sin más, en vez de enviarlo, borré la conversación. O eso es lo que pensé.
Dicen que los humanos de Marte, no sabemos hacer dos cosas a la vez. ¡Cuánta razón tenían las abuelas!
¿Por qué pasan estas cosas cuando menos te lo esperas? ¿Podría ser una cuestión de impaciencia? o ¿no haber leído bien las instrucciones de vuelo? ¿Ver con la nariz en vez de usar los ojos?
Por culpa de compaginar dos conversaciones, una por escrito y la otra a través de zoom, se generó un resultado inesperado. Una mezcla de adjetivos y frases inconexas se infiltraron en la presentación escrita.
Tampoco sé lo que ha pasado hace tan solo unos minutos. Justo había acabado una video reunión, se me ha ocurrido consultar cómo estaba la plataforma en la que, horas antes, cometí una aniquilación total.
—¡¡¡Oye, tú!!! Me he dicho a mi mismo. —¡¡¡Oye!!! Vuelve a estar todo como antes.
¿Cómo ha sido eso? Ni idea.
La cuestión es que ha aparecido otra vez la conversación con Maria. Incluso el texto cruzado.
Una vez dadas las explicaciones oportunas, a mi mismo y por ende, a quien lo lea, he puesto una vela a SanTurce, patrono de los cruces de frases inconexas, para que no vuelva a pasar.
Procuraré para la siguiente ocasión, estar más atento con las conversaciones; no sea que haga un copy/paste de las clases de informática y la lie parda.